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Voto de Chris Jiménez:
9
8,1
54.881
Drama
Jake la Motta es un joven boxeador que se entrena duramente con la ayuda de su hermano y mánager Joey. Su sueño es convertirse en el campeón de los pesos medios. Pero Jake es un paranoico muy violento que descarga su agresividad tanto dentro como fuera del ring. Incluso su hermano es víctima de su enfermizo carácter. Cuando, por fin, alcanza el éxito, su vida se convierte en una pesadilla. Por un lado, su matrimonio marcha cada vez peor ... [+]
27 de mayo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Declarado campeón mundial de los pesos medios en Junio de 1.949, Giacobbe LaMotta nació veintiocho años antes en el seno de una familia de emigrados a EE.UU., que, como muchos italianos en la época, se estableció en el conflictivo y miserable Bronx, donde formó parte de pandillas juveniles, convirtiéndose en delincuente mientras peleaba sin cesar con otros chicos, y casi siempre por expreso deseo de su padre. Su interés por el boxeo le llegó encerrado en un reformatorio, lo que cambiaría su vida para siempre.
Estos y otros muchos detalles fueron escritos por él mismo en su autobiografía, con la que un jovencísimo Robert DeNiro quedaba fascinado en el set de rodaje de "El Padrino II" y que más tarde mostraría a su compañero Martin Scorsese durante la producción de "Alicia ya no vive Aquí"...aunque a éste poco o nada interesaba el mundo del boxeo. A finales de los '70 el director, quien sufría graves problemas de salud por culpa de las drogas y con una brillante carrera condenada al fracaso, aceptó dirigir el proyecto no sólo por la oportunidad redentora que le brindaba sino, y esto es lo más importante, porque llegaría a sentirse profundamente identificado con LaMotta.
Tras muchos cambios, el guión original de Mardik Martin fue reescrito por Paul Schrader, que luego DeNiro y Scorsese modificarían casi enteramente; un aspecto crucial para éste último a reflejar en la película surgiría por su inmediato desinterés con el boxeo: cuando asistió a un combate en el Madison Square, apartó la mirada de los púgiles hacia una esponja empapada en sangre roja que cayó sobre la lona machando a los asistentes de las primeras filas. Desde ese momento el cineasta supo que la mejor manera de hacer sentir al público la ferocidad de los enfrentamientos era filmar desde dentro del cuadrilátero concentrándose en todos los detalles posibles (tanto interiores como exteriores).
Salvaje realismo elevado a poética de la brutalidad humana por obra y gracia de Scorsese, que entrevió así una alternativa a los estereotipos hollywoodienses en boga en materia de boxeo, apareciendo desde el mismísimo inicio, pues tanto el director como el actor decidieron obviar la infancia y los primeros pasos profesionales del campeón; en lugar de eso el punto de partida será un combate entre éste y Jim Reeves en 1.941, pasando luego a la turbulenta relación con su segunda esposa Vickie y su hermano y manager Joey. Hombre atormentado e inestable, el eterno rival de LaMotta es él mismo, moldeado a una violencia siempre presente en su vida, la cual no se rige por otro camino salvo el del sacrificio y el castigo.
Scorsese, al tiempo que se sirve de un impactante realismo para radiografiar de manera cruda y auténtica la vida de la comunidad italoamericana (dicha precisión documental se presenta literamente en las secuencias familiares rodadas en color) y los entresijos del mundo del boxeo, siempre manejado por la poderosa mafia desde las sombras, se dedica a interpenetrar en el aspecto psicológico y emocional, planteando una evolución característica que siempre ha ocupado su obra: el duro ascenso a la gloria, la paulatina autodestrucción y el inevitable descenso a los infiernos, todo ello quizá con la esperanza última de alcanzar la redención espiritual.
En las antípodas de epopeyas deportivas como "Rocky" (que empezaban a invadir las pantallas) y a lo largo de su estructura argumental colmada de acrobáticas elipsis, no será por tanto el boxeo sino la incapacidad de lograr una paz interior, la caída en el abismo y el trato de personajes el epicentro de "Toro Salvaje", melancólicos seres en descomposición, arrastrados a un torbellino de violencia, mentiras y desconfianzas (sobre todo las provocadas por los terribles celos, uno de los temas centrales) y atrapados en un ambiente hostil y claustrofóbico cuya única salida posible es la muerte o la decadencia más absoluta; ambiente vivido tanto dentro como fuera del cuadrilátero (el doméstico, el de la calle).
Sirvan de ejemplo dos inolvidables escenas para corroborar esto: la de un Jake obeso, demacrado, que ha tocado fondo y envuelto entre tinieblas golpeándose contra las paredes de la celda, la cual ha pasado a la historia como uno de los momentos de derrota más tristes, brutales y humanos recreados en el cine, y la pelea final contra Robinson, sobresaliendo más que nunca los impecables aspectos técnicos (detallado en Zona Spoiler). Por supuesto destaca la vitalidad y nervio del director, que filma cada combate con la intención de sumergirnos en el escenario hasta el punto de lograr asfixiarnos en él y, por el contrario, proponiendo una cámara subjetiva y más bien estática en las secuencias de las peleas domésticas (acrecentando así el tono violento).
En sus garras, un grupo de talentosos actores que brindan unas interpretaciones memorables, como Frank Vincent, Joe Pesci o la bellísima Cathy Moriarty, aunque todos los elogios son para un Robert DeNiro inmenso, hipnótico e imponente, metido a conciencia en su papel y capaz de hacer sentir al espectador todo tipo de emociones, desde la fascinación hasta la repulsión (es imposible empatizar con su personaje) y, en última instancia, la compasión. Dolorosa y trágica fábula con reminiscencias a "Ídolo de Barro", "Nadie puede Vencerme" o "Más Dura será la Caída" coronada con un gran discurso tomado de una de las más emblemáticas escenas de "La Ley del Silencio".
Pese a su nominación a ocho Oscar (perdiendo el de Mejor Película contra el inferior drama "Gente Corriente"), "Toro Salvaje" no logró ni el beneplácito de una buena parte de la crítica ni las expectativas puestas en la taquilla. Tal fracaso dejaría a Scorsese aún más hundido, comprendiendo desde entonces que no formaba parte realmente del serrallo de estrellas de Hollwyood...
no obstante permanece a día de hoy como uno de los más brillantes trabajos de su carrera así como del subgénero del boxeo.
Estos y otros muchos detalles fueron escritos por él mismo en su autobiografía, con la que un jovencísimo Robert DeNiro quedaba fascinado en el set de rodaje de "El Padrino II" y que más tarde mostraría a su compañero Martin Scorsese durante la producción de "Alicia ya no vive Aquí"...aunque a éste poco o nada interesaba el mundo del boxeo. A finales de los '70 el director, quien sufría graves problemas de salud por culpa de las drogas y con una brillante carrera condenada al fracaso, aceptó dirigir el proyecto no sólo por la oportunidad redentora que le brindaba sino, y esto es lo más importante, porque llegaría a sentirse profundamente identificado con LaMotta.
Tras muchos cambios, el guión original de Mardik Martin fue reescrito por Paul Schrader, que luego DeNiro y Scorsese modificarían casi enteramente; un aspecto crucial para éste último a reflejar en la película surgiría por su inmediato desinterés con el boxeo: cuando asistió a un combate en el Madison Square, apartó la mirada de los púgiles hacia una esponja empapada en sangre roja que cayó sobre la lona machando a los asistentes de las primeras filas. Desde ese momento el cineasta supo que la mejor manera de hacer sentir al público la ferocidad de los enfrentamientos era filmar desde dentro del cuadrilátero concentrándose en todos los detalles posibles (tanto interiores como exteriores).
Salvaje realismo elevado a poética de la brutalidad humana por obra y gracia de Scorsese, que entrevió así una alternativa a los estereotipos hollywoodienses en boga en materia de boxeo, apareciendo desde el mismísimo inicio, pues tanto el director como el actor decidieron obviar la infancia y los primeros pasos profesionales del campeón; en lugar de eso el punto de partida será un combate entre éste y Jim Reeves en 1.941, pasando luego a la turbulenta relación con su segunda esposa Vickie y su hermano y manager Joey. Hombre atormentado e inestable, el eterno rival de LaMotta es él mismo, moldeado a una violencia siempre presente en su vida, la cual no se rige por otro camino salvo el del sacrificio y el castigo.
Scorsese, al tiempo que se sirve de un impactante realismo para radiografiar de manera cruda y auténtica la vida de la comunidad italoamericana (dicha precisión documental se presenta literamente en las secuencias familiares rodadas en color) y los entresijos del mundo del boxeo, siempre manejado por la poderosa mafia desde las sombras, se dedica a interpenetrar en el aspecto psicológico y emocional, planteando una evolución característica que siempre ha ocupado su obra: el duro ascenso a la gloria, la paulatina autodestrucción y el inevitable descenso a los infiernos, todo ello quizá con la esperanza última de alcanzar la redención espiritual.
En las antípodas de epopeyas deportivas como "Rocky" (que empezaban a invadir las pantallas) y a lo largo de su estructura argumental colmada de acrobáticas elipsis, no será por tanto el boxeo sino la incapacidad de lograr una paz interior, la caída en el abismo y el trato de personajes el epicentro de "Toro Salvaje", melancólicos seres en descomposición, arrastrados a un torbellino de violencia, mentiras y desconfianzas (sobre todo las provocadas por los terribles celos, uno de los temas centrales) y atrapados en un ambiente hostil y claustrofóbico cuya única salida posible es la muerte o la decadencia más absoluta; ambiente vivido tanto dentro como fuera del cuadrilátero (el doméstico, el de la calle).
Sirvan de ejemplo dos inolvidables escenas para corroborar esto: la de un Jake obeso, demacrado, que ha tocado fondo y envuelto entre tinieblas golpeándose contra las paredes de la celda, la cual ha pasado a la historia como uno de los momentos de derrota más tristes, brutales y humanos recreados en el cine, y la pelea final contra Robinson, sobresaliendo más que nunca los impecables aspectos técnicos (detallado en Zona Spoiler). Por supuesto destaca la vitalidad y nervio del director, que filma cada combate con la intención de sumergirnos en el escenario hasta el punto de lograr asfixiarnos en él y, por el contrario, proponiendo una cámara subjetiva y más bien estática en las secuencias de las peleas domésticas (acrecentando así el tono violento).
En sus garras, un grupo de talentosos actores que brindan unas interpretaciones memorables, como Frank Vincent, Joe Pesci o la bellísima Cathy Moriarty, aunque todos los elogios son para un Robert DeNiro inmenso, hipnótico e imponente, metido a conciencia en su papel y capaz de hacer sentir al espectador todo tipo de emociones, desde la fascinación hasta la repulsión (es imposible empatizar con su personaje) y, en última instancia, la compasión. Dolorosa y trágica fábula con reminiscencias a "Ídolo de Barro", "Nadie puede Vencerme" o "Más Dura será la Caída" coronada con un gran discurso tomado de una de las más emblemáticas escenas de "La Ley del Silencio".
Pese a su nominación a ocho Oscar (perdiendo el de Mejor Película contra el inferior drama "Gente Corriente"), "Toro Salvaje" no logró ni el beneplácito de una buena parte de la crítica ni las expectativas puestas en la taquilla. Tal fracaso dejaría a Scorsese aún más hundido, comprendiendo desde entonces que no formaba parte realmente del serrallo de estrellas de Hollwyood...
no obstante permanece a día de hoy como uno de los más brillantes trabajos de su carrera así como del subgénero del boxeo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Una de las mayores virtudes de las que goza "Toro Salvaje" es su aspecto técnico, donde es necesario mencionar la sensacional fotografía de Michael Chapman, el preciso y dinámico montaje de Thelma Schoonmaker (convertida en colaboradora de Scorsese para la posteridad) y el impresionante trabajo de sonido de Frank Warner.
Será en la secuencia del último combate entre LaMotta y Robinson (celebrado el 14 de Febrero de 1.951 y conocido por el salvajismo desatado en el ring con el nombre de "La Masacre del Día de San Valentín del Boxeo") donde se hace gala de un dominio del recurso formal, y a la vez artístico, magistral, dejándose bien patente el efecto que Scorsese desea lograr.
Unos perturbadores y sordos sonidos que crean la ilusión de una pesadilla, acompañada de la imagen de esa esponja mojada sobre la espalda de Jake (reflejo de aquella que el director observó salpicando a la audiencia en el Garden), inician la pelea. Ambos contrincantes se pegan con más rabia que nunca, cuya potencia se siente en las entrañas con cada golpe; llega el 13.º asalto y Robinson acorrala y castiga sin piedad al campeón, que está contra las cuerdas. "¡Vamos, vamos, Ray!", chilla mientras se tambalea.
De repente el ring se hace más grande y por un momento desaparece junto con el público, ambos engullidos por los fumígenos y la resplandeciente luz de los flashes; comienza la batería de puñetazos a LaMotta, cada uno de ellos como balas de cañón, directos y destructivos, cada uno seguido de un flash de cámara. El sudor salpica en todas direcciones hasta que un golpe directo a la cabeza hace brotar un chorro de sangre que llega hasta los comentaristas; el rostro diabólico y contraído de Robinson, quien ha perdido su condición de humano, se opone al rostro hinchado y mutilado del protagonista, quien más bien parece un mártir, con sus regueros de sangre manando de las heridas.
"No me has derribado, Ray, ¿me oyes? No me has derribado", terminará éste repitiendo, orgulloso; nunca un cuadrilátero representó tan bien el sacrificio y la inhumanidad. Todos estos excesos serían intolerables en color, por lo que el director decide usar el blanco y negro, que decanta los susodichos excesos de la imagen hacia la abstracción; el ritmo en el montaje es también crucial, cuyo desglose evoca la dislocación del espacio y la percepción bajo los golpes (como cuando se muestra un golpe que asesta "Sugar Ray" para encadenarlo con un plano de las piernas de LaMotta por las que se desliza la sangre), así como la precisión de Scorsese para concentrarse en cada detalle de la escena, arrastrando al espectador al interior del infierno del combate (cada gota de sudor y sangre, cada flash, cada sacudida es importante), ahogándole en su desasosegante atmósfera.
El trabajo se remata con la elaboración de unos sonidos penetrantes, asociados a los golpes y los destellos, interrumpiéndose a menudo esta cacofonía tan ordenada con bruscos oasis de silencio, los cuales subrayan más si cabe el impacto del caos que va a seguir; sonidos, según cuenta la leyenda, destruidos tras la posproducción por Warner, declarando su expreso deseo de que no fueran utilizados en otras películas. Junto a esta curiosa anécdota no estaría de más comentar la correspondiente a la gala de los Oscar de 1.980, en la que "Toro Salvaje", nominada a ocho estatuillas, sólo ganó dos (a Mejor Actor y Mejor Edición).
Tarea difícil la de alzarse con el premio en la categoría de Mejor Película ya que precisamente el día antes de la entrega un chiflado llamado John Hinckley había disparado contra el presidente Reagan para impresionar (¡!) a Jodie Foster, quien interpretaba a Iris en "Taxi Driver"; este clima de hostilidad propició que el cineasta asistiera a la gala escoltado por varios agentes del F.B.I. de incógnito.
¡Para que luego digan que las ceremonias de premios de la academia no son pura y dura política!
Será en la secuencia del último combate entre LaMotta y Robinson (celebrado el 14 de Febrero de 1.951 y conocido por el salvajismo desatado en el ring con el nombre de "La Masacre del Día de San Valentín del Boxeo") donde se hace gala de un dominio del recurso formal, y a la vez artístico, magistral, dejándose bien patente el efecto que Scorsese desea lograr.
Unos perturbadores y sordos sonidos que crean la ilusión de una pesadilla, acompañada de la imagen de esa esponja mojada sobre la espalda de Jake (reflejo de aquella que el director observó salpicando a la audiencia en el Garden), inician la pelea. Ambos contrincantes se pegan con más rabia que nunca, cuya potencia se siente en las entrañas con cada golpe; llega el 13.º asalto y Robinson acorrala y castiga sin piedad al campeón, que está contra las cuerdas. "¡Vamos, vamos, Ray!", chilla mientras se tambalea.
De repente el ring se hace más grande y por un momento desaparece junto con el público, ambos engullidos por los fumígenos y la resplandeciente luz de los flashes; comienza la batería de puñetazos a LaMotta, cada uno de ellos como balas de cañón, directos y destructivos, cada uno seguido de un flash de cámara. El sudor salpica en todas direcciones hasta que un golpe directo a la cabeza hace brotar un chorro de sangre que llega hasta los comentaristas; el rostro diabólico y contraído de Robinson, quien ha perdido su condición de humano, se opone al rostro hinchado y mutilado del protagonista, quien más bien parece un mártir, con sus regueros de sangre manando de las heridas.
"No me has derribado, Ray, ¿me oyes? No me has derribado", terminará éste repitiendo, orgulloso; nunca un cuadrilátero representó tan bien el sacrificio y la inhumanidad. Todos estos excesos serían intolerables en color, por lo que el director decide usar el blanco y negro, que decanta los susodichos excesos de la imagen hacia la abstracción; el ritmo en el montaje es también crucial, cuyo desglose evoca la dislocación del espacio y la percepción bajo los golpes (como cuando se muestra un golpe que asesta "Sugar Ray" para encadenarlo con un plano de las piernas de LaMotta por las que se desliza la sangre), así como la precisión de Scorsese para concentrarse en cada detalle de la escena, arrastrando al espectador al interior del infierno del combate (cada gota de sudor y sangre, cada flash, cada sacudida es importante), ahogándole en su desasosegante atmósfera.
El trabajo se remata con la elaboración de unos sonidos penetrantes, asociados a los golpes y los destellos, interrumpiéndose a menudo esta cacofonía tan ordenada con bruscos oasis de silencio, los cuales subrayan más si cabe el impacto del caos que va a seguir; sonidos, según cuenta la leyenda, destruidos tras la posproducción por Warner, declarando su expreso deseo de que no fueran utilizados en otras películas. Junto a esta curiosa anécdota no estaría de más comentar la correspondiente a la gala de los Oscar de 1.980, en la que "Toro Salvaje", nominada a ocho estatuillas, sólo ganó dos (a Mejor Actor y Mejor Edición).
Tarea difícil la de alzarse con el premio en la categoría de Mejor Película ya que precisamente el día antes de la entrega un chiflado llamado John Hinckley había disparado contra el presidente Reagan para impresionar (¡!) a Jodie Foster, quien interpretaba a Iris en "Taxi Driver"; este clima de hostilidad propició que el cineasta asistiera a la gala escoltado por varios agentes del F.B.I. de incógnito.
¡Para que luego digan que las ceremonias de premios de la academia no son pura y dura política!