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Voto de Chris Jiménez:
8
20 de marzo de 2017
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"El Infierno es para los cobardes", según dicen...
En el colmo de lo terrible, cinco hombres que compartían una buena amistad, descenderán a esos infiernos debido a sus malas decisiones...incluso saborearán la carne chamuscada. ¿Y todo por culpa de una mujer?
Tal vez en algún punto de su carrera actoral alguien tuvo que decir a Peter Berg lo realmente pésimo que era, y debido a esa buena acción el tipo decidió dedicarse a escribir y dirigir; el salto fue cualitativo, desde luego, ya que pocas óperas primas resultan tan impactantes como la presente "Very Bad Things", rodada a finales de los '90, esa década donde aún existía la tolerancia sobre lo políticamente incorrecto y podían estrenarse cosas así en los cines, con un presupuesto holgado pero conseguido de manera independiente al ser rechazado el guión en bastantes productoras.
Y es que nadie confiaba en el punto de vista tan horriblemente sincero y el retorcido humor del neoyorkino, quien emprendió su proyecto una vez Christian Slater estaba en el juego y todos los demás actores acordaron participar incluso sin cobrar un salario. Ahí nos lleva, a la salita de una iglesia; el novio, Kyle, y el padrino, Charles, están en tensión, respiran nerviosos, algo hay pululando sobre sus cabezas que no les permite tomar aire. Vamos entonces atrás para averiguar la razón, pero aun viajando a ese tiempo pretérito podemos seguir sintiendo un peso sobre la atmósfera, empezando por esa inexplicable pareja que está a punto de dar el importante paso de la unión matrimonial...
Él es Jon Favreau, con una cara de idiota perpetua que hace caer de espaldas, ella es Cameron Díaz, transmutada en la versión más insoportable de la Monica de "Friends", para quien lo único importante es recorrer el pasillo hasta el altar. Entre sus tensiones median los amigos del primero, el anterior Charles, los dos hermanos Michael y Adam, podríamos decir todos hombres saludables, con buenos empleos, parejas y familias, símbolos de la estabilidad tradicional que sólo la sociedad norteamericana puede ofrecer...no obstante una insatisfacción en sordina se abalanza sobre ellos, proporcionada por esa misma sociedad que les ha forzado a acomodarse en el falsamente sano conformismo.
Y sólo falta una presencia más, la del quinto en discordia, Robert, para reforzar este ambiente de mala sombra, de hipocresía, odio y rencor guardado bajo llave a punto de explotar. Pero si algo se disfruta en estos primeros minutos es la química blindada que demuestran Favreau, Slater, Daniel Stern, Leland Orser y Jeremy Piven (en reemplazo, gracias a Dios, de Adam Sandler), ya que uno llega a simpatizar con sus personajes, aun no postulándose como los más simpáticos del mundo, pero sin duda carismáticos. Entonces, el viaje a Las Vegas...
Aquí el director se despide de todo lo que tenga que ver con la sociedad civilizada, siendo su intención el exponer la otra cara del hombre medio cuando tiene la más mínima oportunidad de hacer pedazos su ética; ¿qué mejor escenario que esa unión moderna de Sodoma y Gomorra que es la ciudad del juego, el vicio, la perdición y los neones por excelencia de EE.UU.? Típico de la comedia más provocadora: la despedida de soltero del exceso, con su alcohol, drogas y la compañía de una prostituta (la estrella del porno taiwanesa Kobe Tai), pero la versión más radical de la ya ofrecida por Neal Israel 14 años antes.
Berg sí aboga por la provocación, dejando a sus hombres de provecho como patéticos animales, pero antes de dar la vuelta a todo nos advierte de los peligros que se avecinan (la llamada de Laura a Kyle ("¿Me llamas desde la cárcel?") o la profunda conversación entre éste y Adam ("...Cuando llegue la gran tormenta y todos los bosques queden arrasados [...], ¿qué quedará?") ). Ahí están, en esa habitación, los elementos para provocar el caos: una mesa puesta en mal sitio, cocaína por todas partes y un gancho en una pared. Y de repente se detiene la música, se cortan los ánimos y es el olor de la sangre y no el de la droga el que empieza a invadir el espacio...
Lo que era un pequeño reino de fantasía en un hotel de lujo se convierte en la más surrealista de las pesadillas...pero casi nadie sabe es que este escenario y situación son tomados de la ignorada "Stag", hecha para la televisión un año antes donde se lleva a cabo la misma función; Berg repetirá sus esquemas, tal vez sin conocimiento de causa, pero deja a una prostituta en lugar de un par y enfatiza dos aspectos muy importantes en su guión: que el grupo de amigos son íntimos y cercanos (no sólo viejos conocidos) y el ahínco por mantener el humor negro en el epicentro del mismo horror (al contrario de su homóloga previa, que apostaba por el suspense y la tensión psicológico-dramática).
Si era un resbalón ahora es ese maldito gancho, pero el problema persiste; lo que pasa es que "Stag" no tenía un maestro de ceremonias de la talla de Robert, que por supuesto tenía que ser Slater, repitiendo una vez más ese papel de sociópata-psicótico tan convencido de sus actos y su poder que tanta popularidad le diera en los tiempos de "Heathers" y "Twisted". Con él al mando y después de la participación accidental de un guardia de seguridad se llega al punto de no retorno, y los amigos pasan a ser cómplices; y si la obra de Gavin Wilding desplegaba la intriga y la tensión durante una noche, Berg deja que el quinteto se salga con la suya y les manda a casa...
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
No queda familia, ni amigos, ni amor ni nada, no queda nada, un tetrapléjico dando vueltas y un perro cojo. Berg se ríe de ello y casi nadie lo entiende, por eso "Very Bad Things" es un fracaso de taquilla en su momento, y que sin embargo logra generar un culto...
A día de hoy, y más por culpa del delicado estado social actual, comedias como ésta, tan fieras y desenfrenadas, se vuelven a mirar bajo una perspectiva más digna; desde luego es necesario mantenerlas para que no se adormezca nuestro sentido más crítico.
En el colmo de lo terrible, cinco hombres que compartían una buena amistad, descenderán a esos infiernos debido a sus malas decisiones...incluso saborearán la carne chamuscada. ¿Y todo por culpa de una mujer?
Tal vez en algún punto de su carrera actoral alguien tuvo que decir a Peter Berg lo realmente pésimo que era, y debido a esa buena acción el tipo decidió dedicarse a escribir y dirigir; el salto fue cualitativo, desde luego, ya que pocas óperas primas resultan tan impactantes como la presente "Very Bad Things", rodada a finales de los '90, esa década donde aún existía la tolerancia sobre lo políticamente incorrecto y podían estrenarse cosas así en los cines, con un presupuesto holgado pero conseguido de manera independiente al ser rechazado el guión en bastantes productoras.
Y es que nadie confiaba en el punto de vista tan horriblemente sincero y el retorcido humor del neoyorkino, quien emprendió su proyecto una vez Christian Slater estaba en el juego y todos los demás actores acordaron participar incluso sin cobrar un salario. Ahí nos lleva, a la salita de una iglesia; el novio, Kyle, y el padrino, Charles, están en tensión, respiran nerviosos, algo hay pululando sobre sus cabezas que no les permite tomar aire. Vamos entonces atrás para averiguar la razón, pero aun viajando a ese tiempo pretérito podemos seguir sintiendo un peso sobre la atmósfera, empezando por esa inexplicable pareja que está a punto de dar el importante paso de la unión matrimonial...
Él es Jon Favreau, con una cara de idiota perpetua que hace caer de espaldas, ella es Cameron Díaz, transmutada en la versión más insoportable de la Monica de "Friends", para quien lo único importante es recorrer el pasillo hasta el altar. Entre sus tensiones median los amigos del primero, el anterior Charles, los dos hermanos Michael y Adam, podríamos decir todos hombres saludables, con buenos empleos, parejas y familias, símbolos de la estabilidad tradicional que sólo la sociedad norteamericana puede ofrecer...no obstante una insatisfacción en sordina se abalanza sobre ellos, proporcionada por esa misma sociedad que les ha forzado a acomodarse en el falsamente sano conformismo.
Y sólo falta una presencia más, la del quinto en discordia, Robert, para reforzar este ambiente de mala sombra, de hipocresía, odio y rencor guardado bajo llave a punto de explotar. Pero si algo se disfruta en estos primeros minutos es la química blindada que demuestran Favreau, Slater, Daniel Stern, Leland Orser y Jeremy Piven (en reemplazo, gracias a Dios, de Adam Sandler), ya que uno llega a simpatizar con sus personajes, aun no postulándose como los más simpáticos del mundo, pero sin duda carismáticos. Entonces, el viaje a Las Vegas...
Aquí el director se despide de todo lo que tenga que ver con la sociedad civilizada, siendo su intención el exponer la otra cara del hombre medio cuando tiene la más mínima oportunidad de hacer pedazos su ética; ¿qué mejor escenario que esa unión moderna de Sodoma y Gomorra que es la ciudad del juego, el vicio, la perdición y los neones por excelencia de EE.UU.? Típico de la comedia más provocadora: la despedida de soltero del exceso, con su alcohol, drogas y la compañía de una prostituta (la estrella del porno taiwanesa Kobe Tai), pero la versión más radical de la ya ofrecida por Neal Israel 14 años antes.
Berg sí aboga por la provocación, dejando a sus hombres de provecho como patéticos animales, pero antes de dar la vuelta a todo nos advierte de los peligros que se avecinan (la llamada de Laura a Kyle ("¿Me llamas desde la cárcel?") o la profunda conversación entre éste y Adam ("...Cuando llegue la gran tormenta y todos los bosques queden arrasados [...], ¿qué quedará?") ). Ahí están, en esa habitación, los elementos para provocar el caos: una mesa puesta en mal sitio, cocaína por todas partes y un gancho en una pared. Y de repente se detiene la música, se cortan los ánimos y es el olor de la sangre y no el de la droga el que empieza a invadir el espacio...
Lo que era un pequeño reino de fantasía en un hotel de lujo se convierte en la más surrealista de las pesadillas...pero casi nadie sabe es que este escenario y situación son tomados de la ignorada "Stag", hecha para la televisión un año antes donde se lleva a cabo la misma función; Berg repetirá sus esquemas, tal vez sin conocimiento de causa, pero deja a una prostituta en lugar de un par y enfatiza dos aspectos muy importantes en su guión: que el grupo de amigos son íntimos y cercanos (no sólo viejos conocidos) y el ahínco por mantener el humor negro en el epicentro del mismo horror (al contrario de su homóloga previa, que apostaba por el suspense y la tensión psicológico-dramática).
Si era un resbalón ahora es ese maldito gancho, pero el problema persiste; lo que pasa es que "Stag" no tenía un maestro de ceremonias de la talla de Robert, que por supuesto tenía que ser Slater, repitiendo una vez más ese papel de sociópata-psicótico tan convencido de sus actos y su poder que tanta popularidad le diera en los tiempos de "Heathers" y "Twisted". Con él al mando y después de la participación accidental de un guardia de seguridad se llega al punto de no retorno, y los amigos pasan a ser cómplices; y si la obra de Gavin Wilding desplegaba la intriga y la tensión durante una noche, Berg deja que el quinteto se salga con la suya y les manda a casa...
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
No queda familia, ni amigos, ni amor ni nada, no queda nada, un tetrapléjico dando vueltas y un perro cojo. Berg se ríe de ello y casi nadie lo entiende, por eso "Very Bad Things" es un fracaso de taquilla en su momento, y que sin embargo logra generar un culto...
A día de hoy, y más por culpa del delicado estado social actual, comedias como ésta, tan fieras y desenfrenadas, se vuelven a mirar bajo una perspectiva más digna; desde luego es necesario mantenerlas para que no se adormezca nuestro sentido más crítico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Les manda cambiados. El director se arriesga a coger a estos antiguos miembros de la comunidad y hacerles quebrantar toda moral, chocando en ello las principales fuerzas éticas: el narcisismo de Robert y la fe judía de Adam, quien en plena reflexión lo expresa bien claro: "Nos quemaremos por esto".
Tras la vuelta no queda absolutamente nada; puede que frente a las tumbas de sus víctimas jurasen seguir el camino recto, pero al parecer el destino fue testigo de todo, o más bien Berg, que siguiendo unos principios muy "coenianos" despoja de sentido común a las acciones y decisiones de sus personajes.
Y a este punto se descubre que ni la pareja, ni la amistad, ni la familia tienen valor, pues ninguno de los implicados encontrará en ellos un mínimo de apoyo emocional o psicológico; regresan con su infierno dentro al mismo escenario opresivo que aceptaban por mero conformismo e hipocresía, y ahora que las barreras de lo ético, de lo lógico, de lo socialmente aceptable, han sido derribadas, sólo queda un paulatino descenso a la locura, la brutalidad y los instintos primarios con un único objetivo: seguir ocultando el crimen. Y un acto tal no puede dar pie a realizar una buena acción; el esfuerzo del quinteto es inútil desde todos los ángulos.
Lo más insólito de esta escalada de amoralidad y violencia, que crece en intensidad conforme a la implicación personal de Robert, la "cabeza pensante", es que Berg sabe cómo seguir manteniendo el tono humorístico, de algún modo extraño y aberrante forzándonos a aceptar el delirio como la fantasía alternativa de una normalidad demasiado perfecta. Qué maravilloso sería que todo fuese un sueño para Kyle, para así poder volver a su mundo de mentiras y odios mal disimulados, sin embargo la pesadilla está ahí, como fruto de sus decisiones, por lo que es inútil escapar.
Tal vez al público medio norteamericano, ese público mojigato amante de los finales felices y las soluciones moralmente aceptables, le gustase ver a los chicos siendo detenidos por la policía cuando la masacre aún no está muy extendida, pagando el crimen de la forma más correcta, confiando incluso en una posible reinserción; Berg se burla de tales convicciones y les deja siendo responsables directos de sus actos, sin poner en ello ninguna fe, sólo observando el proceso constante de crimen y castigo al que ellos mismos se someten. Así, un arañazo a las buenas costumbres proyectado con la más maliciosa de las muecas.
Y lo hace descolgándose por el salvaje absurdo del cine de Tarantino y la concesión a lo políticamente incorrecto tan propio de aquellos '90, ridiculizando cosas tan serias como el asesinato, el racismo, la blasfemia y la violencia (en este caso sádica y desagradable) contra las mujeres y la familia, mientras el espíritu de Danny DeVito, Joe Dante, Michael Lehmann y John Waters sobrevuela de cabo a rabo la historia. No obstante ésta parece absorber el delirio progresivo y rematarlo todo con un clímax fuera de lugar, sobre todo con respecto al personaje de Robert...
Y es que, ¿por qué demonios se querría interesar por el dinero si sus propósitos y principios siempre eran otros?, aun teniendo una mente enferma es inexplicable este giro que propone la película...pero termina recompensándonos con el final que todos y cada uno de estos aviesos e idiotas personajes merecen: castigados por el destino y sus actos.
Un final tan deprimente como hilarante, magistral uso del plano general que contempla la desgracia humana reunida en el jardín de un hogar que se prometía cumplir el Sueño Americano y ha acabado en locura disfuncional, con la ahora esposa vociferando de rabia a la vida que ella misma ha elegido.
Tras la vuelta no queda absolutamente nada; puede que frente a las tumbas de sus víctimas jurasen seguir el camino recto, pero al parecer el destino fue testigo de todo, o más bien Berg, que siguiendo unos principios muy "coenianos" despoja de sentido común a las acciones y decisiones de sus personajes.
Y a este punto se descubre que ni la pareja, ni la amistad, ni la familia tienen valor, pues ninguno de los implicados encontrará en ellos un mínimo de apoyo emocional o psicológico; regresan con su infierno dentro al mismo escenario opresivo que aceptaban por mero conformismo e hipocresía, y ahora que las barreras de lo ético, de lo lógico, de lo socialmente aceptable, han sido derribadas, sólo queda un paulatino descenso a la locura, la brutalidad y los instintos primarios con un único objetivo: seguir ocultando el crimen. Y un acto tal no puede dar pie a realizar una buena acción; el esfuerzo del quinteto es inútil desde todos los ángulos.
Lo más insólito de esta escalada de amoralidad y violencia, que crece en intensidad conforme a la implicación personal de Robert, la "cabeza pensante", es que Berg sabe cómo seguir manteniendo el tono humorístico, de algún modo extraño y aberrante forzándonos a aceptar el delirio como la fantasía alternativa de una normalidad demasiado perfecta. Qué maravilloso sería que todo fuese un sueño para Kyle, para así poder volver a su mundo de mentiras y odios mal disimulados, sin embargo la pesadilla está ahí, como fruto de sus decisiones, por lo que es inútil escapar.
Tal vez al público medio norteamericano, ese público mojigato amante de los finales felices y las soluciones moralmente aceptables, le gustase ver a los chicos siendo detenidos por la policía cuando la masacre aún no está muy extendida, pagando el crimen de la forma más correcta, confiando incluso en una posible reinserción; Berg se burla de tales convicciones y les deja siendo responsables directos de sus actos, sin poner en ello ninguna fe, sólo observando el proceso constante de crimen y castigo al que ellos mismos se someten. Así, un arañazo a las buenas costumbres proyectado con la más maliciosa de las muecas.
Y lo hace descolgándose por el salvaje absurdo del cine de Tarantino y la concesión a lo políticamente incorrecto tan propio de aquellos '90, ridiculizando cosas tan serias como el asesinato, el racismo, la blasfemia y la violencia (en este caso sádica y desagradable) contra las mujeres y la familia, mientras el espíritu de Danny DeVito, Joe Dante, Michael Lehmann y John Waters sobrevuela de cabo a rabo la historia. No obstante ésta parece absorber el delirio progresivo y rematarlo todo con un clímax fuera de lugar, sobre todo con respecto al personaje de Robert...
Y es que, ¿por qué demonios se querría interesar por el dinero si sus propósitos y principios siempre eran otros?, aun teniendo una mente enferma es inexplicable este giro que propone la película...pero termina recompensándonos con el final que todos y cada uno de estos aviesos e idiotas personajes merecen: castigados por el destino y sus actos.
Un final tan deprimente como hilarante, magistral uso del plano general que contempla la desgracia humana reunida en el jardín de un hogar que se prometía cumplir el Sueño Americano y ha acabado en locura disfuncional, con la ahora esposa vociferando de rabia a la vida que ella misma ha elegido.