A pesar de todo lo que se haya dicho sobre este film ( lo bueno y lo malo), creo que es más que disfrutable, ya que conjuga una rara mezcla de géneros como el terror postapocalíptico y el drama, pero no de una manera simple, sino enmarcada en un plano religioso (a veces cansón pero necesario) que trata de explicar que cuando la gente lo pierde todo, lo último que le queda es la fe, es verdad, si, pero cae en un grave error, que es el de llevar al extremo esta creencia, y como todos sabemos todo lo que se exagera, tiende a cansarnos.

Sin embargo Francis Lawrence, no desaprovecha la segunda oportunidad que le da la productora Warner, consiguiendo realizar una tercera adaptación (y necesaria) de la obra de culto del mismo nombre escrita por Richard Matheson en 1954.

Con unos efectos especiales notables reconstruye uno de los puntos más interesantes de todo el film, que es la recreación de una ciudad de New York desolada, caótica y en lo personal inolvidable. Además el grado de deseperación en el que nos sumergimos las noches junto al personaje que protagoniza Will Smith (el tipo sabe que él solo se lleva el show y se desempeña bien en su rol) es muy interesante.

En definitiva un triunfo para los estudios Warner (al menos en taquilla) y el inicio de un director muy prometedor, que aunque le falta un poco, está para cosas grandes.