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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Western Warlock, una pequeña ciudad que se dedica a la ganadería, está dominada por una banda de criminales. Para restablecer la paz y el orden, un comité de ciudadanos decide nombrar sheriff a un famoso pistolero (Fonda). Diversas circunstancias harán que el sheriff y su ayudante (Widmarck) acaben enfrentándose. (FILMAFFINITY)
14 de mayo de 2009
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por lo general, el instinto primario del hombre lo induce a responder a la violencia con violencia, a la ofensa con la venganza, y al odio con el aniquilamiento. Pero, contra todo lo que se diga, el hombre no es violento por naturaleza, pues, así como lleva en sus entrañas el potencial agresivo, también es inherente a su esencia el autocontrol, el respeto por la vida y el sentido racional de no devolver mal por mal. Pero para esto, como para todo lo significativo, se requiere formación, experiencia, autocontrol y madurez.

Warlock (Brujo-a), es un pueblo en el oeste norteamericano, signado por el asedio de una pandilla que actúa a sus anchas ante la ausencia de una justicia efectiva. A su último alguacil, lo han expulsado como monigote tras ridiculizarlo ante todo el pueblo, y ésto, inducirá a una reunión urgente donde se decide contratar como mercenario, al comisario de un pueblo vecino que tiene fama de valiente.

Así llega, Clay Blaisedell, un hombre de temple, bien hablado y reconocido por poseer dos pistolas con cacha de oro (que apenas usará en alguna escena porque, no es esto lo que, por suerte, interesa al director). A él lo acompaña, Tom Morgan, amigo de numerosas andanzas que siempre ha estado en el punto exacto cuando, a Clay, han pretendido matarlo por la espalda. En el pueblo conocen su largo historial por fuera de la ley, pero, Clay lo defiende con ahínco y consigue que lo acepten.

Entre ellos, se desarrolla una rara amistad que parece tener su mayor asidero, en el hecho de que, Clay, es el único ser humano que nunca ha visto a su amigo, Morgan, como un lisiado. Por esto, Tom ejerce su reconocimiento y da cuenta de su aprecio, actuando como un ángel guardián dispuesto a deshacerse de todo aquel que pretenda jugarle sucio a su compañero.

En el pueblo hay otro hombre, Johnny Gannon, un personaje que, el director Edward Dmytryk, asigna tácticamente a Richard Widmark, un actor a quien resulta difícil ver del lado de la ley en alguna película del oeste y, quizás por esto mismo y por su tosco aspecto, nos veremos durante largo rato en la encrucijada de determinar de qué lado está jugando su papel. Además, sabemos que él mismo hizo parte de la pandilla que ahora azota al pueblo y que su hermano, Abe, es uno de los bandidos.

Widmark, se toma la película de cabo a rabo con su ambiguo y bien matizado rol... y pronto, con el sólido y ejemplarizante ejercicio de Clay Blaisedell, su personaje se convertirá en uno de los puntos clave, buscando transformar los primitivos principios del linchamiento y la autojusticia, con la esperanza de que surja, por fin, una sociedad civilizada que se atenga a la ley y que propenda por juicios justos e imparciales. ¿Lo logrará?

Con un guion brillantemente escrito por, Robert Alan Aurthur y Oakley Hall; una ambientación majestuosa y una impecable fotografía de Joseph MacDonald, Dmytryk recrea un sendero hacia la sociedad razonable que, poco a poco, vaya dejando atrás al salvaje, salvaje oeste.

Brillantes actuaciones de Anthony Quinn, Richard Widmark y Henry Fonda; y con ellos, dos mujeres de conceptos muy claros: Dorothy Malone (Lily Dollar) y Dolores Michaels (Jessie Marlow).

Estamos ante un western relevante.

Título para Latinoamérica: PUEBLO EMBRUJADO
Luis Guillermo Cardona
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