Muchos aplausos ha arrancado Drive de buena parte del público y la crítica especializada. Yo no me sumo a ellos. No creo que los merezca.
Vendida como película revelación, como poesía urbana, fui a verla al cine con grandes expectativas. Y la decepción fue mayúscula. Sólo encontré un film mediocre en general y algún brillo en particular.
La película en su primera mitad está rodada con oficio, tiene un comienzo trepidante y consigue mantener al espectador interesado en los devenires de su misterioso protagonista.
Un tipo con doble vida. Mecánico y especialista de cine durante el día, conductor de atracos por la noche. Un personaje frío, cuya temperatura emocional sólo consigue adivinarse a través de fugaces gestos en el rostro y la mirada.
Alguien que se enamora de una mujer, casada y con un hijo, incapaz de corresponderle como ambos desearían. Un triángulo amoroso imposible, donde los escrúpulos y el amor entran en conflicto.
Sin embargo el desarrollo de su segunda mitad resulta del todo predecible y tópico. El abuso continuado de la cámara lenta para subrayar las emociones (parece que el director considere al espectador un lerdo al cual haya que apuntar en todo momento dónde debe emocionarse) y las interminables miradas al vacío de cordero degollado del protagonista, para dejar BIEN CLARO lo triste que se siente y tal… resultan irritantes y excesivas. Nada sutiles. Por momentos parece un anuncio de colonia, y no exagero.
Para rematar la faena un atropellado final anticlimático, causado en buena medida, por el escaso carisma de unos villano de manual, poco trabajados y completamente planos.
Total, que ni sus reminiscencias ochenteras de serie B, ni las atmosféricas composiciones electrónicas de Cliff Martinez consiguen salvar este producto que se ahoga en sus pretensiones al igual que el escorpión lo hace con la rana.