Con vocación de Western/Road trip crepuscular así se presenta Logan, una atípica vuelta de tuerca al mundo de los superhéroes, en concreto de lo X-men.
Un mundo futurista donde los mutantes son una especie en extinción.

Y funciona, aunque no esperen ver una retahíla de mutantes pulular por la pantalla haciendo gala de sus habilidades superhumanas (al menos durante casi todo el metraje). Conforme se espera del título, el protagonista absoluto es Logan, alias Lobezno, seguramente uno de los X-men más carismático, sino el que más.

Aquí se le puede ver de partida más mayor y enfermo, a cargo de un senil profesor Xavier y como chófer anónimo de una limusina de renting. Ciertamente no es exactamente lo que uno esperaría de semejante personaje.

Pero descuiden que viejo o no, en pocos minutos una sangrienta escena nos mostrará que donde hay siempre queda. Ver el poderoso físico de Hugh Jackman en acción siempre es un aliciente, pero traiciona en cierto modo la imagen de vulnerabilidad que pretenden dar a su personaje. No es precisamente el William Munny de Sin Perdón. Más conmovedor en este sentido me pareció el profesor Xavier de Patrick Stewart.
Aún así queda por mencionar el principal elemento que dota de alma al film, la entrada en escena de Laura, una taciturna niña que se convertirá en la protegida de Lobezno en una huída desesperada a un lugar que quizá no exista.

El trabajo de Dafne Keen en el papel de Laura es sobresaliente. Además de demostrar un gran aplomo, carácter y mesura en pantalla mantiene una excelente química con el personaje de Lobezno. Como padre e hija.
Gracias a esta química todo el viaje cobra significado, y ni siquiera la malvada corporación de opereta de turno ni la caja de bombones mutante (nunca sabes que poder te va a tocar) pueden evitar que la emoción que ambos transmiten quede ensombrecida entre el ruido.

En definitiva: Niños futuro, niños futuro, ¡niños! Hasta Logan.