Media votos
6,5
Votos
5.704
Críticas
5.202
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
8
7,6
8.919
Cine negro. Thriller
La historia de un hermético y frío asesino a sueldo. Jeff Costello es un perfeccionista que siempre planea cuidadosamente sus asesinatos y al que nunca han atrapado. Sin embargo una noche, tras liquidar al dueño de un club nocturno, queda a la vista de varios testigos. Sus esfuerzos por construir una coartada fallan y poco a poco es acorralado, tanto por la policía como los clientes que le han traicionado. (FILMAFFINITY)
4 de diciembre de 2017
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
258/02(03/11/17) Jean-Pierre Melville nos regaló hace medio siglo una notable muestra de cine negro, “polar” francés, relato seco, adusto, detallista, meticuloso, con diálogos escasos pero contundentes, personajes lacónicos, todo encaminado a dar vigor a la imagen y los sonidos ambientales (cantar de un pájaro, ruido de motores de autos, música,…), con un composición de atmósfera tensa, enérgica, absorbente. Guión de Melville con Georges Pellegrin (“El ejército de los hombres”), a partir de la novela ‘The Ronin’ de John McLeod, trama sencilla a la vez contundente, trata temas como el sentido del deber, culpabilidad, nihilismo, individualismo, fatalismo, crea en su inteligente devenir paralelismos entre el profesionalismo de la policía y el sicario, dos entes antagónicos que en sus métodos se paralelizan. El guión edifica un velo de misterio cautivador alrededor del protagonista Jeff Costello, nada sabremos de él, de su pasado, que piensa, apenas habla, único indicador de su personalidad son sus acciones, inspirándose en lo que es su título original “Le samurái”, y la cita del prólogo sobre-impresionada "No hay soledad más grande que la de un samurái. A menos que tal vez sea el de un tigre en la jungla", cita atribuida a "El libro de Bushido", aunque no es cierto, esta influencia oriental queda marcada por un personaje asceta que vive con lo mínimo, con códigos morales rígidos, y movido por su sentido del deber. Melville para la delineación de Jeff Costello bebe nítidamente de una de sus pasiones, el cine negro estadounidense de la era dorada hollywoodiense, siendo un claro emulo papeles personificados por Humphrey Bogart, James Cagney o Edward G. Robinson, mezclándolo con sello propio francés bebiendo de la ‘Nouvelle Vague’. El realizador deja huella potente en el modo de filmar, en su minimalismo, en la expresividad manifiesta de la cámara, manejando las elipsis con agudeza narrativa, con ágiles travellings, con una fotografía (Henri Decaë) majestuosa en la composición del clima, prueba de la pericia en el rodaje es el prodigioso tramo de la persecución de la policía a Jeff en el metro, tantas veces copiada con posterioridad. El film ocupa el puesto # 39 en "Las 100 mejores películas de cine mundial" de la revista Empire en 2010.
La cinta se nota especial desde su incisivo y sugestivo arranque, diez minutos sin diálogos, vemos un barrio marginal parisino, calles semi-desiertas, vemos un edificio de apartamentos decadente, entramos en una habitación frugal a media luz, hay un pájaro en una jaula (alegoría del protagonista encerrado en sus disciplinadas convicciones) entre sombras una figura tumbada en la cama, enciende un cigarrillo, el humo se mezcla líricamente con la escasa luz que entra por la ventana, el hombre se levanta ya vestido (hasta con la “bogartiana” gabardina), coge un sombrero de fieltro, se lo ajusta y sale a la calle. Vemos a Jeff cual depredador buscar un auto abierto para robarlo, una vez lo ha encontrado con enorme detallismo saca una ristra de decenas de llaves para probarlas en el bombín, lo arranca con pétrea expresividad, y lo conduce hasta un garaje fuera de la ciudad, en una zona rural, allí sin mediar palabra un mecánico le cambia la matrícula al auto, y le proporciona un arma al protagonista, saliendo del lugar de nuevo a la capital gala, donde visita a una bella mujer (Natalie Delon) en un apartamento, y oímos hablar al anti-héroe, lo hace para planear una coartada nocturna, con estos pétreos mimbres Melville talla a fuego la robótica personalidad de un lobo solitario tipo movido por la profesionalidad marcial.
El protagonista es prototipo Melvilliano, profesional asceta, aquí un frío asesino a sueldo, sentido honor particular, parco en palabras, solitario, frío, sin aparentes sentimientos, en este caso su campo de batalla es la ciudad parisina, vive de modo frugal con lo mínimo, cuasi-monacal, detallista al extremo, un tipo inexpresivo al que el realizador dota de matices y sutilezas que lo enriquecen, valga como ejemplo su curiosa relación con pajarito enjaulado, afronta los problemas de modo resolutivo, ataviado con eterna gabardina y sombrero, rol plagiado hasta la extenuación en múltiples producciones posteriores. Alain Delon en sus esplendorosos 32 años, en pleno culmen de su belleza física dota de un encanto turbador a su enigmático a su rol, de gestualidad sobria, ejemplo el modo en que se pone el sombrero, de mirada directa inmutable, con austeridad expresiva, pero consiguiendo el éxito de hacerlo empatizable para el espectador, su rectitud lo hacen cercano, sobre todo porque debajo de la coraza exterior sabe traslucir que tiene alma, y lo encarna con un ascetismo ; Su némesis es el otro lado dela ley, el que la impone, pero con métodos paralelos, otro profesional acérrimo en lo suyo, otro tipo gélido, del que nada sabremos de su vida fuera de su labor, obsesivo de su cometido, un tiburón en busca de su presa. François Périer hace una interpretación carismática, con determinación, de expresividad reptiliana, sibilino, demostrando gran suficiencia como el antagonista, extraordinario como ladina serpiente enroscándose a la hermosa Jeanne, con promesas y medias verdades para chantajearla de modo viscoso; Y entre los dos se establece un juego del gato y el ratón, en una partida de supervivencia para uno y del sentido estajanovista del deber para el policía, conformando en el avance un clima de tensión e intensidad notablemente llevado por las estrategias de uno y el otro, la inteligencia de ambos enfrentándose, lo que sirve además para mostrar cómo avanzan los tiempos en cuanto a medios para espiar a sospechosos, con esos rudimentarios micrófonos, o el seguimiento por el Metro.
Melville hace sus personajes hablen poco, convierte estos diálogos en foco de atención crucial, de forma minimalista-lacónica hace casi todo el metraje derive en maximizar la fuerza de las acciones en detrimento de la palabra,… (sigue en spoiler)
La cinta se nota especial desde su incisivo y sugestivo arranque, diez minutos sin diálogos, vemos un barrio marginal parisino, calles semi-desiertas, vemos un edificio de apartamentos decadente, entramos en una habitación frugal a media luz, hay un pájaro en una jaula (alegoría del protagonista encerrado en sus disciplinadas convicciones) entre sombras una figura tumbada en la cama, enciende un cigarrillo, el humo se mezcla líricamente con la escasa luz que entra por la ventana, el hombre se levanta ya vestido (hasta con la “bogartiana” gabardina), coge un sombrero de fieltro, se lo ajusta y sale a la calle. Vemos a Jeff cual depredador buscar un auto abierto para robarlo, una vez lo ha encontrado con enorme detallismo saca una ristra de decenas de llaves para probarlas en el bombín, lo arranca con pétrea expresividad, y lo conduce hasta un garaje fuera de la ciudad, en una zona rural, allí sin mediar palabra un mecánico le cambia la matrícula al auto, y le proporciona un arma al protagonista, saliendo del lugar de nuevo a la capital gala, donde visita a una bella mujer (Natalie Delon) en un apartamento, y oímos hablar al anti-héroe, lo hace para planear una coartada nocturna, con estos pétreos mimbres Melville talla a fuego la robótica personalidad de un lobo solitario tipo movido por la profesionalidad marcial.
El protagonista es prototipo Melvilliano, profesional asceta, aquí un frío asesino a sueldo, sentido honor particular, parco en palabras, solitario, frío, sin aparentes sentimientos, en este caso su campo de batalla es la ciudad parisina, vive de modo frugal con lo mínimo, cuasi-monacal, detallista al extremo, un tipo inexpresivo al que el realizador dota de matices y sutilezas que lo enriquecen, valga como ejemplo su curiosa relación con pajarito enjaulado, afronta los problemas de modo resolutivo, ataviado con eterna gabardina y sombrero, rol plagiado hasta la extenuación en múltiples producciones posteriores. Alain Delon en sus esplendorosos 32 años, en pleno culmen de su belleza física dota de un encanto turbador a su enigmático a su rol, de gestualidad sobria, ejemplo el modo en que se pone el sombrero, de mirada directa inmutable, con austeridad expresiva, pero consiguiendo el éxito de hacerlo empatizable para el espectador, su rectitud lo hacen cercano, sobre todo porque debajo de la coraza exterior sabe traslucir que tiene alma, y lo encarna con un ascetismo ; Su némesis es el otro lado dela ley, el que la impone, pero con métodos paralelos, otro profesional acérrimo en lo suyo, otro tipo gélido, del que nada sabremos de su vida fuera de su labor, obsesivo de su cometido, un tiburón en busca de su presa. François Périer hace una interpretación carismática, con determinación, de expresividad reptiliana, sibilino, demostrando gran suficiencia como el antagonista, extraordinario como ladina serpiente enroscándose a la hermosa Jeanne, con promesas y medias verdades para chantajearla de modo viscoso; Y entre los dos se establece un juego del gato y el ratón, en una partida de supervivencia para uno y del sentido estajanovista del deber para el policía, conformando en el avance un clima de tensión e intensidad notablemente llevado por las estrategias de uno y el otro, la inteligencia de ambos enfrentándose, lo que sirve además para mostrar cómo avanzan los tiempos en cuanto a medios para espiar a sospechosos, con esos rudimentarios micrófonos, o el seguimiento por el Metro.
Melville hace sus personajes hablen poco, convierte estos diálogos en foco de atención crucial, de forma minimalista-lacónica hace casi todo el metraje derive en maximizar la fuerza de las acciones en detrimento de la palabra,… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
… asistiendo como ambos bandos realizan de modo mecánico-robótico sus rituales, cada uno sabe lo que tiene que hacer (ej., por un lado el modo tranquilo impasible en que Jeff roba un coche, forma silenciosa el mecánico le cambia las matrículas, frente a él vemos a la policía en larga secuencia de varios minutos colocando micros en el apartamento de Jeff, o el seguimiento a Jeff por el Metro). Modo terso de filmar hace la intensidad se puede rasgar, pues sientes que en cualquier momento las cosas se pueden torcer.
Puesta en escena formidable para establecer un macilento estado de ánimo, exquisito diseño de producción de François de Lamothe (“Les miserables”), rodándose en escenarios naturales de París (Avenue des Champs-Élysées; Belleville; Impasse des Rigaunes; Police Judiciaire 36; Rue Regnault; Rue de Berri; en las estaciones de Metro de Télégraphe, Jourdain, Châtelet, Porte des Lilas, Place des Fêtes;…) y en los Studios Jenner-Rue Jenner-Paris, proyectando una ciudad decadente, de edificios decrépitos, de calles semi-desiertas, con profusión de lluvia, con cielos grises constantes, ausencia de sol, con interiores marcadamente austeros, sobre todo lo referente al apartamento de Jeff, representativo de su marcial personalidad, ejemplo cuando vemos el modo ordenado en que tiene unas botellas de agua en una estantería. Todo esto filtrado por la excelente fotografía de Henri Decaë (“Los 400 golpes”) en eastmancolor, emitiendo ambientes sombríos, tristes, como el piso de Jeff, el Metro o la comisaria, contrastando esto con el club de jazz, atmósferas nocturnas de marca luminiscencia tenue, destacando a modo de catalizador emocional el patinado de azules, verdes y rojos (además del mencionado gris omnipresente), transmitiendo aridez sentimental, soledad anímica, creando algunos ambientes cerrado-opresivos (como el apartamento de Jeff o el garaje), edificando un ambiente melancólico fatalista, siendo fundamental esta labor del cámara para dar un aire seco, donde se convierte en coprotagonista al haber grandes periodos sin diálogos, donde la fuerza de las imágenes desnudas se apodera de la pantalla. La música de música François de Roubaix (“El odio”), con melodías jazzísticas, con sonidos de piano, acordeón y trompeta, nada intrusiva y colocada en momentos puntuales.
Spoiler:
Taras: Un tipo tan metódico en su trabajo de mercenario realiza un asesinato pasando por en medio de un local atestado de gente, sin ponerse distorsionar su imagen (gafas de sol o peluca), se queda su gabardina y sombrero de fieltro (chirría); Cuando comete su crimen se cruza con una mujer y se queda mirándola, tras lo que sigue andando, dejando un testigo libre, ni siquiera la intimida para librarse de cabos sueltos (chirriante); Un tipo detallista que tira los guantes y la pistola, pero continua con la gabardina y sombrero utilizado en el homicidio (chirriante), con la de testigos que lo vieron; Porque tras solidificar su coartada yendo a casa Jeanne, va a una timba de póker y no a su apartamentucho? (chirría); Porque el comisario se empecina en que Jeff es el asesino si su coartada no tiene fisuras? (chirría). Quizás deberían haber puesto algún antecedente, intrahistoria anterior entre el comisario y el sicario, tanta cerrazón no es coherente; Jeff va a la residencia de la cantante Valérie y está un rato con ella, luego horas después siguiendo una pista sobre el tipo que lo contrató va a una residencia donde vemos lo que puede ser el interior de la casa anteriormente vista de Valérie, lo cual parece le sorprende, si es así, menuda incongruencia, es que Jeff la primera vez fue con los ojos cerrados.
En conjunto, salvados sus puntos negativos, pongo en valor sus muchos y excelentes aciertos para calificarla como notable muestra de cine que cala en el espectador cual cuchillo en la mantequilla. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/12/el-silencio-de-unhombre.html
Puesta en escena formidable para establecer un macilento estado de ánimo, exquisito diseño de producción de François de Lamothe (“Les miserables”), rodándose en escenarios naturales de París (Avenue des Champs-Élysées; Belleville; Impasse des Rigaunes; Police Judiciaire 36; Rue Regnault; Rue de Berri; en las estaciones de Metro de Télégraphe, Jourdain, Châtelet, Porte des Lilas, Place des Fêtes;…) y en los Studios Jenner-Rue Jenner-Paris, proyectando una ciudad decadente, de edificios decrépitos, de calles semi-desiertas, con profusión de lluvia, con cielos grises constantes, ausencia de sol, con interiores marcadamente austeros, sobre todo lo referente al apartamento de Jeff, representativo de su marcial personalidad, ejemplo cuando vemos el modo ordenado en que tiene unas botellas de agua en una estantería. Todo esto filtrado por la excelente fotografía de Henri Decaë (“Los 400 golpes”) en eastmancolor, emitiendo ambientes sombríos, tristes, como el piso de Jeff, el Metro o la comisaria, contrastando esto con el club de jazz, atmósferas nocturnas de marca luminiscencia tenue, destacando a modo de catalizador emocional el patinado de azules, verdes y rojos (además del mencionado gris omnipresente), transmitiendo aridez sentimental, soledad anímica, creando algunos ambientes cerrado-opresivos (como el apartamento de Jeff o el garaje), edificando un ambiente melancólico fatalista, siendo fundamental esta labor del cámara para dar un aire seco, donde se convierte en coprotagonista al haber grandes periodos sin diálogos, donde la fuerza de las imágenes desnudas se apodera de la pantalla. La música de música François de Roubaix (“El odio”), con melodías jazzísticas, con sonidos de piano, acordeón y trompeta, nada intrusiva y colocada en momentos puntuales.
Spoiler:
Taras: Un tipo tan metódico en su trabajo de mercenario realiza un asesinato pasando por en medio de un local atestado de gente, sin ponerse distorsionar su imagen (gafas de sol o peluca), se queda su gabardina y sombrero de fieltro (chirría); Cuando comete su crimen se cruza con una mujer y se queda mirándola, tras lo que sigue andando, dejando un testigo libre, ni siquiera la intimida para librarse de cabos sueltos (chirriante); Un tipo detallista que tira los guantes y la pistola, pero continua con la gabardina y sombrero utilizado en el homicidio (chirriante), con la de testigos que lo vieron; Porque tras solidificar su coartada yendo a casa Jeanne, va a una timba de póker y no a su apartamentucho? (chirría); Porque el comisario se empecina en que Jeff es el asesino si su coartada no tiene fisuras? (chirría). Quizás deberían haber puesto algún antecedente, intrahistoria anterior entre el comisario y el sicario, tanta cerrazón no es coherente; Jeff va a la residencia de la cantante Valérie y está un rato con ella, luego horas después siguiendo una pista sobre el tipo que lo contrató va a una residencia donde vemos lo que puede ser el interior de la casa anteriormente vista de Valérie, lo cual parece le sorprende, si es así, menuda incongruencia, es que Jeff la primera vez fue con los ojos cerrados.
En conjunto, salvados sus puntos negativos, pongo en valor sus muchos y excelentes aciertos para calificarla como notable muestra de cine que cala en el espectador cual cuchillo en la mantequilla. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/12/el-silencio-de-unhombre.html