Dororo deja claro desde el principio que es una película que no hay que tomar en serio, pero su problema es que también fracasa como entretenimiento intrascendente.

Pese a rozar el ridículo en muchas ocasiones, durante la primera mitad el ritmo es bueno, la sucesión de situaciones diversas mantiene despierto el interés, e incluso hay alguna secuencia aceptable (la de las almas de los 10 niños). No deja de ser un videojuego del cuyo mando se nos ha privado, pero cumple su cometido. Las referencias/plagios son tan evidentes y numerosas (Frankenstein, Pinocho, Alien, Los Inmortales, Shrek...), y se han molestado tan poco en disimularlas, que hasta llegan a hacer gracia.

Pero la segunda parte ya no hay por donde cogerla, por mucho cariño que intente poner el espectador. Es lamentable ver cómo tras una hora de cinta, la cosa deriva estrepitosamente hacia la serie Z, con diálogos, situaciones y efectos especiales cada vez más patéticos. Y todo ello con un tufillo a interminable western, fuera de sitio y lugar, no sólo por los enfrentamientos, sino por los exteriores y la música, una música que en ciertos momentos acaba siendo otro de los puntos más negativos y cargantes del conjunto.

Y para perpetrar todo eso, el director estima necesarias 2h 15 min., con lo que ganaría la cosa si lo dejáramos enm digamos, 75 min. Pero qué sería de este cine (¿cine?) sin las poses, las pausas, y los diálogos presuntamente trascendentes.

Para rematar la faena, la última frase de la película, que no revelaré aquí, que suena más a burla hacia el espectador que a cualquier otra cosa.

En definitiva, sólo para incondicionales. Y no todos.