Haz click aquí para copiar la URL
España España · Calafell
Voto de kakihara:
8
Drama Maloin es un vigilante de una estación de tren que, de forma casual, es testigo de un asesinato, y acaba haciéndose cargo de una maleta llena de dinero que trastocará para siempre su vida, acarreándole muchos problemas. Inspirada en la novela de Georges Simenon "El hombre de Londres". (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver una película tan extraña, visceral y fascinante como “El Hombre de Londres”, creo necesario dejar por estos lares un breve resumen de lo que se discutió el día que se pasó en nuestro Cineclub Koniec, en Calafell, para poder acercarnos un poquito más al cine de este húngaro. También me he permitido la libertad de realizar un video-homenaje en Youtube (titulado “La Mirada de Béla Tarr”) con todas las películas del húngaro (9 en total), incluyendo films tan difíciles de encontrar como su adaptación de Macbeth para TV (1982), rodada en 2 planos secuencia de 67 y 5 minutos de duración (20 años antes de que Sokurov hiciera su Arca Rusa).

“El Hombre de Londres”, última película de Tarr, está basada en la novela policíaca de George Simenón “L’Homme de Londres”, pero el texto es tan sólo una excusa, un punto de partida para que el húngaro desarrolle su estilo hacia aquello que nos quiere contar (que no es una historia criminal).

Tal y como decía Tarr en una entrevista, lo que más le interesa en sus películas es aportar una mirada cósmica de la vida a través de sus personajes, almas andantes que no dejan una sola huella en su cine. En todos sus films, los hombres recorren todo el espacio (un espacio normalmente hermético, sin salida) y desaparecen sin rumbo fijo, continuando con su deprimente existencia. Para Tarr, que se manifiesta públicamente ateo, el hombre está condenado por su mera existencia y, por si fuera poco, los condicionantes externos refuerzan esta condena y lo hunden todavía más (no en vano, una de sus películas importantes lleva por título “La Condena”). Es por este motivo que Tarr acostumbra a crear un vínculo fuertísimo entre el espacio que retrata y los personajes que quedan atrapados en él. Son sublimes los planos que siguen al personaje de Maloin en El Hombre de Londres y mantienen en todo momento un edificio en el encuadre, tras el perfil de su rostro, de manera que el espacio se está integrando indisolublemente en la mente del protagonista, condicionando su manera de percibir y de actuar. La influencia de Franz Kafka (también reconocida por Tarr) se hace patente y su cine adquiere dimensiones muy oscuras de búsqueda de un lenguaje metafísico que a la par resulta muy atractivo. La imagen, que mezcla naturalismo, realismo y artificio, adquiere connotaciones pictóricas y Tarr se transforma en uno de los pocos magos de la imagen, entrando en el selecto grupo de Welles, Tarkovski, Malick y compañía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kakihara
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow