Tras sufrir un aparatoso accidente de moto una joven es operada de urgencia empleando una novedosa tecnología, que le permite recuperar su apariencia habitual, salvo un extraño apéndice que le sale de la axila con el que desata una epidemia.
David Cronenberg reafirmaba su capacidad para generar cine de terror, con esta historia que tiene un comienzo dinámico y prometedor, con un novedoso e inquietante apéndice, que deriva en una tradicional trama de epidemias, emulando al cine de vampiros y zombis.
Cronenberg deja su sello personal con el empleo del erotismo y lo truculento, con una trama irregular, que en algunos momentos ofrece deficiencias de cohesión y de ritmo, pero que mantiene el interés alrededor del personaje femenino interpretado con esmero, que no acierto, de Marilyn Chambers.
Maneja lo orgánico y lo visceral, ofreciendo secuencias perturbadoras, en las que se aprecia el apéndice que emerge de la axila de la protagonista, con el empleo de unos efectos especiales de artesanía convincentes y bien elaborados.
Las secuencias de los diversos ataques, resultan íntimos y sostienen en vilo el silencio hasta la culminación de los mismos, manejando la tensión y el suspense del momento, gracias al manejo de los tiempos de Cronenberg.
El modus operandi de los ataques no ofrece novedades y a pesar de que su director intenta otorgarles diferentes enfoques, llegan a resultar monótonos y predecibles, junto con las consecuencias que conllevan, cayendo en el género tradicional de plagas con reminiscencias del género Zombi.
Una vez pasa el atractivo inicial, la trama cae en un ritmo parsimonioso que únicamente gana en intensidad a medida que se presentan los diferentes ataques, cayendo en la reiteración y en la perdida de cohesión entre los sucesos.
A pesar de todo no deja de ser una confirmación de la capacidad de su director para el genero de terror, manejando un ambiente hostil, frío y perturbador, lleno de secuencias viscerales.