Parece que Tarantino y sus más cercanos colegas de fechorías siguen jugando a homenajear el Grindhouse con nuevos productos como éste, donde participan Eli Roth y RZA, a los que Tarantino ya ha producido algunas de sus películas.
Explota la imagen y estilo visual de las películas de kung fu de los setenta y ochenta, en una especie de homenaje consciente y lleno de humor tanto dentro como fuera de pantalla, donde ninguno de sus creadores ni los participantes del proyecto se toman en serio lo que están haciendo.
El argumento se desvanece en innumerables combates de una calidad cuestionable, donde la venganza es el motor de este vehículo de entretenimiento y desfase a base de combates a ritmo de rap.
La calidad técnica en algunos puntos es de un nivel superior a lo esperado, pero conscientes del estilo visual cutre del cine de antaño, los responsables de la película introducen conscientemente instantes de una calidad más que cuestionable, sirva como ejemplo cuando salen rodando cabezas que parecen de cartón.
Sorprende la participación en un proyecto de estas características de Russell Crowe, que debería cambiar de representante y de asesor de imagen, porque le empieza a pasar factura la buena vida que se está pegando.
Se pueden ver rostros conocidos del cine asiático, que sin duda sirven para hacer un guiño al cine asiático de antaño, pero que ofrecen unas interpretaciones poco menos que ridículas.
Para aquellos que sepan ver el intento de homenaje y que disfruten de una idea descabellada con unos efectos especiales intencionadamente pobres, disfrutarán de éste experimento alocado.
Tarantino y sus colegas se lo pasan bien haciendo lo que les gusta, pero tienen que tener cuidado, porque igual se les acaba el crédito para muchos de sus seguidores, por productos de estas características.
Sorprende que en tiempos de crisis, se invierta dinero en una broma de estas características.