Pese al rollazo superfluo sobre la evolución y el progreso que nos cuentan al principio, hay que reconocer que la película se desarrolla con naturalidad y resulta entretenida después. Puede que alguien piense que los ricos de pueblo visten mejor, pero conozco casos en que casi podría dárseles limosna, porque ciertamente son bastante austeros. Por eso no es tan raro que el amigo Severiano Paredes tenga las espaldas bien cubiertas y, al mismo tiempo, prefiera vivir en su ambiente y con sus costumbres de siempre. Además, esto ayuda a que su proceso de aprendizaje de inculto hinchado a duros a nuevo "gentleman" sea más disparatado.
El reparto cumple, cada uno en el rol que le corresponde. Jaime de Mora y Aragón realmente se interpreta a sí mismo, pero con ese papel dotado de un aire aristocrático tan señorial que no puede alcanzar Severiano ni de lejos. Y es que ya lo dice el propio personaje constantemente: "No sé cómo hace el conde, pero a mí, cada vez que abro el ojo, me se cae el monósculo". Para troncharse.
Si acaso flojea un poco en cuanto a que se ha quedado anticuada en algunos aspectos, pero aún así te ríes cuando la ves.
Mi nota: 6,8