Ya lo hizo con ''La Bruja'' y vuelve a hacerlo con ''El Faro''. La dirección de Robert Eggers es para quitarse el sombrero. A ello le acompaña una fotografía y unas actuaciones muy notables, donde se crea una atmósfera oscura, misteriosa y terrorífica. El problema de la película es a la vez su punto fuerte: el terror psicológico y el viaje a la locura.

Cuando la subjetividad y la locura se convierten en un recurso de guion explotado al máximo con el único fin de añadir escenas atractivas, sucede lo que vemos aquí: se pierde la coherencia y el sentido de la trama. Sí que me ha gustado mucho este viaje tan loco y desagradable, pero he echado de menos que se respetara la lógica en momentos donde se necesitaba. El protagonista hace las cosas porque sí, sin motivos aparentes o porque en el guion queda más bonito. Sin embargo, mientras pasan los minutos, te vas dando cuenta casi de manera inconsciente que las decisiones y comportamientos de estas dos personas no tienen mucho sentido (y no, no porque estén locos, eso ya lo sabemos).

Además, el baile entre la realidad y lo onírico la perjudica en varias ocasiones. Bien es cierto que la esencia de la película radica en este punto, pero no son pocas las veces en las que nos cuesta mucho distinguir qué es real y qué no lo es. Estas cosas al final permiten disfrutar una experiencia pero no consiguen aprovechar una historia que podría contar bastante. Concuerdo al 100% con las personas que, teniendo en cuenta este motivo, le han dado una mala nota, pues es un aspecto vitalísimo que no se puede pasar a la ligera.

En líneas generales, no me parece mala. Me flipa la dirección y cómo se ha tejido cada detalle del universo de la isla. La fuerza de los motivos como el faro, las gaviotas, la casa y la relación de locura, personalmente las he disfrutado mucho. Una película con aspectos muy notables pero bastante desaprovechada.