Bar Bahar. Entre dos mundos

Primero quiero presentar a esta comprometida y aguerrida joven israelí que en su ópera prima ha realizado un trabajo soberbio, veraz y muy aleccionador. Maysaloun Hamoud, nacida en Budapest, regresó a los dos años de edad a Dir Hana, un pueblecito en Israel de donde sus padres y el resto de la familia eran originarios. Estudió Historia de Oriente Medio en la Universidad de Jerusalén y una vez finalizada su carrera, sintió la llamada del cine e ingresó en la Escuela de Cine Minshae de Tel-Aviv, ciudad en donde sitúa la trama de esta su primera película.
Sin embargo, Hamoud, directora y autora de un guion sólido y bien estructurado, no dirige su inteligente y compasiva mirada hacia los problemas de su propia grey sino que nos habla -y lo hace con total conocimiento de causa- de la muy triste situación de atraso que aflige al pueblo palestino, víctima no de la opresión de sus vecinos sino de sus mismas tradiciones y contradicciones, donde la religión es la eficaz argamasa que sostiene el muro de una sociedad que habita todavía petrificada en las sombrías cavernas de sus orígenes. Y es que a veces el enemigo no siempre se encuentra en el entorno en el que vives sino entre los aberrantes tabús que conforman las costumbres de tu comunidad y núcleo familiar, asfixiando cualquier intento por romper o cambiar las antíquisimas reglas que la rigen. Como siempre ocurre son las mujeres, la diana a las que el hombre, dueño y señor absoluto, destina los dardos envenenados de su autoridad. Leyes crueles, acuñadas hace siglos, permanecen vigentes, inamovibles, desafiando cerrilmente la lógica del tiempo; normas injustas, ignominiosas, que no contemplan a las mujeres como a sus iguales sino como a seres de una categoría inferior sometidos al capricho y libre albedrío del varón.
Jóvenes vitales, honestas y solidarias, tan parecidas en hábitos y costumbres a cualquier muchacha europea y que pasarían desapercibidas llevando una existencia libre y despreocupada en ciudades como Londres, París o Nueva York, quedan, en su propio medio, convertidas en peligrosas transgresoras. Enfrentadas al férreo yugo de la intolerancia, sufren el rechazo de una jauría que no las tolera, dispuesta siempre a doblegarlas a cualquier precio, haciendo que sus vidas se conviertan en un auténtico martirio, una pesadilla de la que no pueden escapar.
El equipo actoral transmite autenticidad, nos muestra una realidad dura, irracional y las tres principales protagonistas interpretan sus papeles de manera impecable, convincente, atraen poderosamente nuestra atención, sus ojos nos interpelan, nos hacen saber lo afortunados que somos e imprimen a su trabajo una verdad tan dolorosa que se manifiesta lacerante en cada una de las escenas que componen esta espléndida película. Nos ayudan a entender mejor lo difícil que resulta aflojar las ataduras de una sociedad sectaria que, durante generaciones, ha inmovilizado y sometido a la parte más débil, obligándola a soportar una carga tan opresiva como inaceptable.
Ojalá que la lucidez y el talento de Maysaloun Hamoud no se agosten en este su primer intento y vuelva en breve a gratificarnos con otra muestra más de su estremecedor, valiente y apasionante cine.

Emilio Castelló Barreneche