Basta con leer mi crítica anterior para darse cuenta de lo importante que es para mí esa función que tiene el cine de recrear hechos históricos, quizás a veces tergiversados, pero de los tal vez no tendríamos apenas constancia, si no fuera por esta labor didáctica que tiene el cine. Aquí diría que el cine tiene más que aportar que la series, sobre todo, si se trata de hechos puntuales.

En esta ocasión es un hecho que marcó mi infancia, pues tenía yo ochos años recién cumplidos cuando ocurrió el alunizaje. Para algunos no fue real, para mí lo es vivamente. ¿En plena carrera espacial con los rusos, habrían dejado estos que los americanos les tomaran el pelo con un supuesto montaje? Lo dudo mucho, tanto como dudo que se pudiera comprar el silencio de las cientos de personas que participaron en estos proyectos, con lo fácil que es que aparezca un topo, allá donde menos te lo esperas y con muchos menos implicados.

El director de "La, la, Land", Damiel Chazelle, consigue lo que es para mí una gran película. Quizás se le pueda tildar de lenta, pero de serlo, lo sería porque los acontecimientos narrados así lo exigen; a mí no me lo pareció en absoluto. Tiene el ritmo adecuado y no cabía esperar otro. Quizás sean un poco largos los prolegómenos hasta la llegada al momento álgido, pero a mí no me sobraron.

Ryan Gosling borda su papel en la piel del circunspecto protagonista, Neil Amstrong. Todo gira en torno a él, aun cuando el proyecto no giraba, en un principio, al su alrededor; pero ya se sabe, la vida da muchas vueltas, y no es un juego de palabras, que conste. En definitiva, una obra más que apreciable que conviene no perderse, ya se sea amante de séptimo arte o de la pequeña gran Historia en mayúsculas y que confirma a Damiel Chazelle como unas de les esperanzas del cine moderno actual.