¿Puede haber en una misma película poesía y sangre? Es más, ¿puede haberlo en la misma persona? Eso es lo que parece proponernos el director danés Nicolás Winding Refn, para mí hasta ahora desconocido. Pues sí, decididamente sí. Sin querer desgranar el argumento de esta más que interesante película, el protagonista es un conductor de doblaje de películas de acción, que tiene una actividad nocturna delictiva, y que se enamora de la mujer equivocada, una vecina para ser exactos.

El ritmo lento y pausado, el necesario a todas luces; una banda sonora envolvente que te lleva y te instala directamente a la melancolía; un ambiente predominantemente nocturno; un protagonista taciturno y parco en palabras, de ignorado pasado, que converge sin querer con una mujer casada de aspecto frágil y de presente incierto, son los elementos principales que hacen de este film cine poesía, aunque no en el mismo sentido que lo intentara Passolini. Pero el film sigue preguntándonos, ¿es posible que un hombre se enamore de una mujer casada y sea capaz de ayudarla para que su matrimonio se mantenga a flote? Buena pregunta que seguro no admite una respuesta única, aunque el film no se abstenga de hacerlo.

En cuanto a la sangre, hay que advertir que la película contiene escenas de una violencia extrema, aunque afortunadamente no explicita, que dejan ver, como decía al principio, que una misma persona puede albergar dos sentimientos aparentemente contradictorios, hacer el bien por encima de su bienestar y para llevarlo a cabo ensañarse en la violencia de una manera inhumana. No puedo acabar sin mencionar la escena del ascensor ya que concentra en mismo escenario todo lo que vengo contando: el primer y único beso entre los dos protagonistas ante la mirada de reojo de su posible asesino; una escena del todo imposible en la vida real, pero que la licencia poética que le concedemos y el buen hacer del director hacen de ella la mejor escena de la obra, incluido su terrible final.