Con películas como ésta da gusto. Todo encaja, y sin que llegue a ser una obra maestra todos los elementos que la conforman brillan a gran altura. Para empezar es de agradecer su duración, sus dos ajustadas horas; uno empieza a cansarse de metrajes excesivos, fruto de la incapacidad de condensar las ideas, porque eso es básicamente el cine: montaje o edición que desecha lo superfluo.

Los personajes son de carne y hueso, tienen algo que contar y experimentan un desarrollo. No falta el toque de humor, empezando por el impagable cameo de Santiago Segura. El guión es entretenido y coherente, bien es cierto que no excesivamente original, y ni siquiera pretende trascender, pero ni falta que le hace, de hecho se metería en vericuetos peligrosos de haber querido profundizar en el conflicto mundo humano y mundo mágico.

Para acabar, Guillermo del Toro lo adereza todo muy bien, a un ritmo adecuado, sin que decaiga en ningún momento, y nos regala una escena central de difícil olvido, me refiero a aquella en que Rojo y el personaje-pez se emborrachan juntos hablando de sus amores. Así que pasen y disfruten.