Gracias Mateo por librarnos de esta sequía creativa que hace tanto tiempo que dura, tanto que era para pensar que estábamos ante el final apocalíptico del cine en pantalla grande; lo que venga después Dios dirá. Quizás la cuestión es que los que mayormente somos espectadores potenciales de este film somos tan crepusculares en una forma de entender el cine como Sam Shepard en su magnífico papel de Butch Cassidy y su forma de interpretar la vida.

Llama mucho la atención de forma positiva que un director de cine español, con cinco chavos (millones de euros), haya hecho un western con sabor tan clásico en una tierra como escenario tan alejada a las llanuras del Oeste como puede ser el altiplano boliviano. Es una película que te reconcilia con el cine, para el supuesto casi seguro de que estuvieras enfadado con él dado lo que viene rellenado la cartelera que aparecen en los periódicos ya hace meses.

El film destila clasicismo por todos los poros y todos los fotogramas. Tiene un guión mucho más que aceptable, con un giro argumental muy de agradecer e ingenioso. No podemos olvidar, por último, la enorme carga de poesía que contienen muchas de sus escenas, sobre todo, las que ruedan las grandes cabalgatas por las altillanuras.