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Voto de infausta:
7
7,8
4.871
Drama
Andrei Gorchakov, un poeta ruso, recorre Italia en compañía de Eugenia con la intención de investigar la vida de un compositor del siglo XVI sobre el que está escribiendo. En su viaje se encontrarán con el apocalíptico Domenico. (FILMAFFINITY)
4 de diciembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tarkovsky no hace más que mostrarnos al hombre de la fe kierkegaardiano, al loco en Cristo que es el mismo loco social que se aísla de una realidad apocalíptica. La fe en contraste con el mundo de la materia y el protagonista ve en este rebelde a un doppelganger, fusionándose ambos recuerdos, los suyos y los de él, haciendo uno su camino, para acabar con la luz iluminándolos a ambos. Todo se trata de fe, incluso cuando se trata el tema de la maternidad y de los pajaritos que nacen de ella, las letanías a la virgen del parto y la dedicatoria a la madre del director.
El exilio trae nostalgia, la lluvia nos remueve ese pasado siempre, quizá escucharla nos transporta a ese otro momento en el que no está definido con claridad el sueño de la vigilia, así como son los fotogramas de Tarkovsky, embadurnados de niebla como los recuerdos y la materia de los sueños.
El exilio trae nostalgia, la lluvia nos remueve ese pasado siempre, quizá escucharla nos transporta a ese otro momento en el que no está definido con claridad el sueño de la vigilia, así como son los fotogramas de Tarkovsky, embadurnados de niebla como los recuerdos y la materia de los sueños.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Roland Barthes tiene una frase, medio escondida, con la que me quedé tiempo atrás: "es preferible arder a durar". Es lo que ocurre al final de esta película. Domenico lo llama música, incendia su cuerpo. No quiere permanecer así, sin más, como la vida de otros tantos. Quiere sacudir conciencias, los que lo oyen son como estatuas, pero él no va a durar, va a arder y eso es una metáfora de la intensidad, del arriesgarse y de la fe más encendida.
La otra fe, la del escritor que sigue sus pasos, es más controlada como la de un mistagogo, pero ambos se unen al final. Sus recuerdos se mezclan como cuando Stephen Dedalus hablaba a su padre consustancial, Leopold Bloom y los encontrábamos en orillas de la playa Sandymount en momentos diferentes y se cruzaban durante todo el libro (el Ulises de Joyce) de esa misma forma los vemos a los protagonistas de esta película.
El resto, imágenes, quién pudiera explicar objetivamente, pero sólo se pueden transmitir sensaciones, y para eso mejor ver la película. Recuerda a la belleza pictórica, acuática, de Stalker.
La otra fe, la del escritor que sigue sus pasos, es más controlada como la de un mistagogo, pero ambos se unen al final. Sus recuerdos se mezclan como cuando Stephen Dedalus hablaba a su padre consustancial, Leopold Bloom y los encontrábamos en orillas de la playa Sandymount en momentos diferentes y se cruzaban durante todo el libro (el Ulises de Joyce) de esa misma forma los vemos a los protagonistas de esta película.
El resto, imágenes, quién pudiera explicar objetivamente, pero sólo se pueden transmitir sensaciones, y para eso mejor ver la película. Recuerda a la belleza pictórica, acuática, de Stalker.