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Voto de infausta:
8
7,1
1.666
Drama
Maloin es un vigilante de una estación de tren que, de forma casual, es testigo de un asesinato, y acaba haciéndose cargo de una maleta llena de dinero que trastocará para siempre su vida, acarreándole muchos problemas. Inspirada en la novela de Georges Simenon "El hombre de Londres". (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No reconocemos a los hombres de Londres hasta que la película avanza un poco y se cruzan las primeras palabras. Los hombres son franceses, la reconstrucción es una Marsella casi fiel a la original, los lugareños cerrados: la niña puede que no sea contratada tan sólo por un episodio en la tienda, es decir todos están conectados ahí. En un lugar tan tranquilo en el que todo es igual, los hombres de Londres aparecen en barco. Maloin es el protagonista, cual Meursault de "El extranjero" de Camus, sobre todo en aquella frase de poco antes del final: "yo sólo quería traerle algo de comer" como si dijera "era el sol el que me molestaba". Su vista, su contención, su ser incomprendido frente a su esposa (que está perfecta en el papel, su histerismo, los gritos en la mesa no son banales, forman un cuadro) sus pasos errantes, aunque su decisión firme y sus silencios.
También contribuye la filmación deliberada en blanco y negro, que resalta la hondura de la playa por la noche y la frialdad del puesto de trabajo del vigilante.
La música, o más que la música, el sonido es dispuesto cual pista: marca los tiempos: nos avisa de la vigilancia, del ser vigilado, de la expectación.
Los planos dirigidos a los rostros de los personajes reemplazan descripciones y no se hacen eternos como algunos dicen, no hay plano que dure tantísimo... por momento reparas en un gesto, en un tragar de saliva, o en alguna arruga. Da tiempo para fijarse en ese tipo de cosas.
Se trata de una película de humor negro: la intriga está muy bien construída y va a más y el suspenso envuelve desde el inicio. A pesar de que se cruzan pocas palabras, la vigilancia es patente: siempre hay alguien que escucha una conversación o alguien que mira detrás de una ventana.
Ahora voy a hablar de algunas escenas:
También contribuye la filmación deliberada en blanco y negro, que resalta la hondura de la playa por la noche y la frialdad del puesto de trabajo del vigilante.
La música, o más que la música, el sonido es dispuesto cual pista: marca los tiempos: nos avisa de la vigilancia, del ser vigilado, de la expectación.
Los planos dirigidos a los rostros de los personajes reemplazan descripciones y no se hacen eternos como algunos dicen, no hay plano que dure tantísimo... por momento reparas en un gesto, en un tragar de saliva, o en alguna arruga. Da tiempo para fijarse en ese tipo de cosas.
Se trata de una película de humor negro: la intriga está muy bien construída y va a más y el suspenso envuelve desde el inicio. A pesar de que se cruzan pocas palabras, la vigilancia es patente: siempre hay alguien que escucha una conversación o alguien que mira detrás de una ventana.
Ahora voy a hablar de algunas escenas:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Queda perfecta, por evidente y por contraste, la escena de la entrada del carnicero cuando la dependienta del almacén estalla en berrinche.
Por contraste también, y por entrañables (aparición inevitable de sello tarr-ista, cómo no, estética mendicante y bella a la vez) los viejitos del bar bailando con silla y bola de billar al ritmo del acordeón. Imagen del viejito comiendo, el de las gafas de culo de botella.
Imagen de la niña probándose las pieles.
El dueño del bar.
La esposa de Brown.
El final. Salomónico y tenso.
Por contraste también, y por entrañables (aparición inevitable de sello tarr-ista, cómo no, estética mendicante y bella a la vez) los viejitos del bar bailando con silla y bola de billar al ritmo del acordeón. Imagen del viejito comiendo, el de las gafas de culo de botella.
Imagen de la niña probándose las pieles.
El dueño del bar.
La esposa de Brown.
El final. Salomónico y tenso.