La película recoge la primera vez que una mujer logra llevar a juicio a una empresa por acoso sexual laboral, lo que trajo como consecuencia que se tuvo que legislar por primera vez sobre el acoso, comenzando así una nueva era legal en este punzante tema, que aún está por superar. En el film se recogen muchos de los aspectos que concurren en torno al machismo de la sociedad patriarcal, pero a mi modo de ver, más allá de los hechos en los que procura no regodearse en exceso, el mejor acierto es la claridad con que se observa la culpabilidad social, el silencio en torno a los hechos no solo por tratarse de una sociedad dominada por los hombres, sino, además, con el agravante de sometimiento al poder en el trabajo, en la escuela, o por el mero hecho de ser mujer. Vale la pena recordar estos hechos que acaecieron en North Country, y comparar con lo que todavía hoy está ocurriendo,
con una sociedad no solo sometida a los mismos silencios, sino que también ha permitido que los abusos se extiendan indiscriminadamente a los dos sexos, menores incluidos. No se trata de un película sofisticada al gusto de algunos, sino que expone las cosas tal y como son, entonces y ahora, aunque eso sí, con mayor conciencia y reproche social.