Como una continuación de aquella espléndida y maravillosa OBRA DE ARTE de 1950 llamada El Crepúsculo De Los Dioses y firmada por el genial Wilder, esta cinta es o sería una continuación sobre los delirios de grandeza de la vida a través de las vivencias de dos hermanas que antaño vivieron días de gloria y relumbrón y que ahora en plena senectud rememoran los fastos del pasado.

Jane Hudson fue la primera en saborear las mieles del éxito, encarnando una niña prodigio en espectáculos de revista, y espoleada por un padre sin escrúpulos, llegándose incluso a fabricar muñecas de la niña como estrategia de marketing.

Años más tarde sería Blanche quien retomara la antorcha de la fama.

Una misteriosa y clave tragedia cambia sus vidas. A partir de entonces y llegadas a la época de senectud ambas sobreviven con el estigma del pasado.

Cada una revelará a través de sus actos las miserias de sus vidas pasadas.

En cualquier caso narrada con una brillante maestría, Aldrich nos deja para el recuerdo fotogramas fetiches dentro de la historia universal del cine; Baby Jane(Bette Davis) alimenta a su hermana Blanche (Joan Crawford) con pajaros mascota y ratas del desván.

Edwin (Victor Buono), una especie de Ignatius Reilly llamando al timbre de la mansión de Blanche.

Una vecina curiosa, un ama de llaves caritativa, una portentosa y magistral escena llena de tensión dramática en una playa, Baby Jane cantando de niña y de mayor su éxito: "He escrito una carta a mi padre diciendo cuánto le echamos de menos...".

Una maravillosa película del cine de siempre.