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España España · Barcelona
Voto de Algorythm:
7
Drama. Romance Tras huir de su estresante vida en la ciudad, Nat, de 30 años, se refugia en el pequeño pueblo de La Escapa, en la España rural más profunda. En una casa de campo destartalada, con un perro callejero, la joven intentará reconducir su vida. Tras lidiar con la hostilidad de la persona que le alquila la casa y la desconfianza de los habitantes del pueblo, Nat se ve obligada a aceptar una inquietante proposición sexual que le hace su vecino ... [+]
10 de noviembre de 2023
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma".

El decimosexto largometraje de Coixet nace como un drama romántico que se concibe con las formas de un inquietante thriller psicológico fruto de adaptar para el séptimo arte la novela homónima de Sara Mesa que, si bien se intuye inadaptable, un equipo de completos profesionales totalmente entregados a la causa la han hecho posible tras nada menos que cinco ajustadas semanas de rodaje a través de la fértil geografía riojana en las que no había lugar a error.

A nivel fotográfico se filma con un formato 4:3 gracias al cual el fuera de campo y las distancias resultan más amenazantes, acompañando así la incomodidad que mora en el relato. Del mismo modo, su manera de encuadrar, en palabras de la cineasta, influenciada por la fotógrafa estadounidense Nan Goldin, propicia, además de los visuales sofisticados propios de la barcelonesa, unas imágenes sugerentes tan próximas a nivel físico como pretendidamente distantes en lo que a las emociones respecta a causa del calado hermético de sus personajes.

Por su concepción se muestra críptica desde el inicio mediante la niebla y esos parajes montañosos asfixiantes que ahogan un poblado en medio de la nada. Sin ir más lejos, el mismísimo primer plano ya funciona como toda una declaración de intenciones, ya que hallamos a la protagonista observando una montaña que parece se le cierne y a unos buitres que acechan esperando una flaqueza contra la que acometer.

En lo que a su diseño de producción respecta, todo sumido en esa idiosincrasia rural tan propia de semántica naturalista (madera, lana, huerto, etc.) destaca el uso de la casa de la protagonista -encontrada, de hecho, por la propia Coixet en Idealista- como reflejo del estado de la misma, algo en lo que Laia (Costa) se apoya para evolucionar interpretativamente el desarrollo de su personaje, así como igualmente va variando de forma sublime la situación de ese entorno.

Entre todo ello el filme halla su mayor acierto en la complejidad y riqueza de su trasfondo, ya que cada decisión creativa u argumental está respaldada con su correspondiente significación en forma de símil, rima, paralelismo e incluso metáfora. Gracias a lo cual reinterpreta de algún modo el juego de la Bella y la Bestia en el que halla espacio para tratar esos tabúes y prejuicios latentes en nuestra sociedad, así como el arduo proceso de encajar en un entorno cada vez más viciado y cambiante, funcionando a su vez como una sosegada hipérbole social que hurga en la oscuridad del ser humano para tratar de hallar luz. Por esta razón va atravesando (de forma apresurada) en su construcción dramática las fases de una suerte de duelo (negación, ira, negociación, depresión y aceptación).

En cuanto a la propia cabeza de cartel, Nat, aparentemente contradictoria por su incapacidad comunicativa, sufre su propio descenso a los infernos que la adolece de una pasión obsesiva que provoca que se cuestione su imperfecta naturaleza, con lo cual, es fácil caer en juzgar a la protagonista, pues, de facto, nos pasamos la vida haciéndolo desde una falsa posición de seguridad cuando realmente no somos conocedores del contexto, matices o variables que una actitud o condición albergan. Más, en esta ocasión, todo parte del trabajo que esta ha abandonado, ya que, como persona que estrecha lazos imposibles, ejercía de intérprete de dialectos africanos para una ONG, una labor por pocos conocida, habitualmente dedicada a tratar la crueldad humana en sus más cruentos estadios, lo que además implica tras de sí una responsabilidad mayúscula por la sensibilidad de los mismos.

Por descontado, Laia Costa está brillante en la interpretación sumamente descarnizada e introspectiva de un personaje protagónico atestado de claroscuros y si bien "ella pone la fruta, él pone los ladrillos", en referencia, como no, de la contraparte protagónica, ruda y tosca, sustentada gracias a un Hovik Keuchkerian de imponente presencia junto a quien se logra fundir. Del mismo modo, cabe destacar la labor de los actores naturales implicados oriundos de La Rioja, tan protagonistas como el vino de la región, así como la de Flor, que así se llama el perro que encarna a “Sieso”, una pieza clave para comprender la naturaleza de los personajes.

En definitiva, se trata de un clásico viaje del héroe reinterpretado mediante un cine indie que subvierte los códigos en los que se asienta para sacar a relucir la fuerza de su relato e imágenes. Honestamente, esperaba otra cosa, más resulta estimulante su quietud malrollera, así como las relaciones entre sus personajes pese a excederse un tanto de mesura con unas pasiones que no teme en aproximar a lo soez con objeto de trazar la evolución emocional de sus personajes mediante esa misma transformación sexual que se muestra distinta en cada uno de sus estadios con intención de alcanzar una liberación plena de las represiones y heridas mediante el sexo.

Nota: 7,5.
Algorythm
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