Gracias al testimonio de estos entrañables (y absolutamente estúpidos) personajes ya nunca caeremos en el infierno de las drogas (TRAINSPOTTING, fuiste creada en vano, REQUIEM mola mucho más), puesto que podemos acabar, como la madre de la niña del Exorcista, en un asilo recibiendo electroshocks porque parece que decimos incongruencias; o haciéndole felaciones a nuestro camello habitual por una dosis, como la inexpresiva Connelly; o en la cárcel porque un médico en vez de tratarnos un brazo medio gangrenado ha preferido llamar a la policía mientras se escondía las medicinas en la bata* porque podríamos ser delincuentes; o amputándonos dicho brazo con una radial y salpicarnos la sangre en un ojo mientras nos damos cuenta (¿Anestesia? ¿Para qué?), porque nos hemos vuelto tan infinitamente idiotas que nos pinchamos en el mismo brazo aunque reventemos de dolor, y tan inefablemente cretinos que vemos esta gilipuertez y decimos que nos estremece por su crudeza.


* Habrase visto mayor estupidez. ¡Qué médico hace eso!