Una vez estaba charlando con una amiga japonesa llamada Asami, evidentemente, sobre mangas y animes. Los dos conocíamos los típicos BOLA DE DRAGóN, EVANGELION, ONE PIECE, CAMPEONES, etc. Pero cuando le mencioné el archiconocido (y admirado) en España CHICHO TERREMOTO, la pobre se quedó en blanco y no sabía de qué estaba hablando. Está claro que una serie con estos personajes ha calado más en nuestra cultura que en la oriental. Y es que nos ponen de pequeños a un retaco con la voz del niño de ESTE CHICO ES UN DEMONIO que quiere jugar al baloncesto, luchar por "la justicia, la verdad y las bragas blancas" y competir con un perro parlante (de calzoncillos azules y blancos) por el cariño de una muchacha, y sencillamente nos meamos de risa.
¿Hoy ya de mayores no? Pues... me parece que me parto de risa más aún, ahora que capto al 100% el juego sexual escondido que se traía Chicho con Rosita (y Rosita con Chicho, aunque parezca que no). Esa relación fetichista y entrañable, propia de adolescentes, va más allá del cachondeo que parece que despide la serie desde el primer capítulo hasta el último. Chicho es un gamberro que no estudia nunca, hace lo que le da la gana, se sobrepasa con sus compañeras de instituto y es un poco gorrón, sí. Pero lo que siente por su Rosa no es atracción, ni fetichismo, ni fantasía sexual. ES AUTéNTICO AMOR, y por él está dispuesto a luchar hasta donde sea, usando su viva imaginación o su talento para el deporte. Por cierto, no sólo basket, sino también ping-pon, esgrima (mi temporada favorita, a propósito) e incluso hockey sobre hielo. Chicho es, como veis, un ejemplo de tesón, entrega y perseverancia.
Rosita también es un ejemplo de buena chica, alguien que se deja amar por un hombre que se lo merezca porque se lo esté "currando"*. Bobby es otro ejemplo de alguien que no cree en las barreras raciales, admirable por su parte... aunque algo descabellado.
CHICHO TERREMOTO es la serie manga de los 80 por excelencia junto a Goku, y a sus creadores (que en Japón no serán especialmente admirados) y a los dobladores españoles tendrían que darles un premio, porque son unos genios y punto.