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Voto de Sergio Berbel:
10
Comedia Harry Hinkle, un cámara de televisión, está transmitiendo un partido a pie de campo, cuando sufre una conmoción cerebral a raíz de un choque fortuito con un jugador de fútbol americano. A pesar de que se trata de una lesión sin importancia, su cuñado Willie Gingrich, un abogado sin escrúpulos, le propone fingir una grave lesión con el fin de cobrar una sustanciosa indemnización. Al principio, Harry se muestra reacio, pero acaba ... [+]
18 de diciembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy muy selectivo para la comedia y especialmente impermeable a toda la que no vengan firmadas por Woody Allen o Billy Wilder, mis dos pilares fundamentales del género. “En bandeja de plata” es otra obra maestra de Wilder cargada de humor negro, mucha mala leche, un lúcido tono misántropo y una carencia absoluta de fe en la especie humana y un nihilismo imprescindible para sobrevivir. O sea, una auténtica maravilla.

¿Cómo no va a ser una obra maestra atemporal si conjuga la dirección siempre brillante del dios de la comedia, un guión firmado por el propio Billy Wilder y su inseparable y genial I.A.L. Diamond e interpretada por Jack Lemmon y Walter Matthau? Desde su concepción es pura historia del cine necesariamente.

Esta vez el ácido comediante fija su atención en la historia de una buena persona (ese personaje adorable que Jack Lemmon encarnaba para Wilder como nadie) que sufre un accidente laboral, el cual supone la chispa que detona el ansia de sacar dinero hasta de las piedras de su cuñado, un picapleitos sin escrúpulos (inconmensurable Walter Matthau, la gran estrella de la función quizás en su mejor interpretación). El abogado traza un plan para fingir una grave lesión de su cuñado y la bola de nieve comienza a rodar obteniendo de cualquier espectador que la haya visionado desde su estreno en 1966 hasta hoy un torrente de carcajadas inabarcable.

Lo mejor de todo es que, como joya clásica que es, sigue teniendo vigencia como si se hubiera rodado ayer mismo y que, como siempre ocurre en la filmografía del dios Wilder, su humor no es blanco y angelical, sino negro, corrosivo y con unas mágicas gotas de mala leche y de escasez de la más mínima confianza en la naturaleza humana.

Magnífica música de Andre Previn y una virtuosa y exquisita fotografía en blanco y negro de Joseph LaShelle. Resulta obvio decir que Walter Matthau ganó el Oscar en su edición por uno de los personajes más inolvidables de la historia de la comedia mundial, ese abogado descarado y sinvergüenza que genera varias risas por segundo de presencia en pantalla.
Sergio Berbel
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