Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Un célebre actor español, Julio Arenas, desaparece durante el rodaje de una película. Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía concluye que ha sufrido un accidente al borde del mar. Muchos años después, esta suerte de misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia imágenes de las últimas escenas en que participó, rodadas por el que fue ... [+]
2 de octubre de 2023
69 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ocurre con Woody Allen o con el maestro José Ignacio Lapido, da igual el tiempo y la distancia que haya entre una obra suya y otra, las esencias son tan inmutables y la capacidad tan absoluta, que siempre vas a encontrar lo que buscas y te vas a saciar de ello. 40 después de “El sur” y 50 desde “El espíritu de la colmena”, Víctor Erice, el gran poeta de nuestro cine, reaparece en la ficción a lo grande con “Cerrar los ojos”. Porque, cuando abandonas la sala de cine y cierras los ojos, evocas al genio conservado en formol que te ha regalado otro trozo de tu vida como si de una celebración hipnótica de la continuidad se tratase.

Y todo comienza a cobrar sentido cuando entiendes que “El espíritu de la colmena” es su visión sobre la infancia; “El sur” es la descripción del despertar iniciático de una adolescente (para mí, su gran obra maestra, superior al resto); y “Cerrar los ojos” lo ha aterrizado en la vejez. Es una pena que la edad madura no tenga film referencial en Erice, o quizás es que fuera su documental “El sol del membrillo”, mostrándonos a un Antonio López en la cumbre de su capacidad artística.

Pero “Cerrar los ojos” es, sobre todo, una carta de amor al cine, porque su historia versa sobre cine, porque sus personajes son muy cinematográficos y porque todo da una y mil vueltas alrededor de su cinefilia que es la nuestra. Una película perfecta en sí misma y como ejercicio de metacine a la que sólo le pongo una pega: el poco protagonismo que alcanzan sus personajes femeninos, porque de todas ellas necesitas saber más y lo ansías, especialmente del que encarna la maravillosa Soledad Villamil, que me deja en los labios una historia que yo necesitaría conocer y el momento cumbre de este clásico instantáneo.

Porque la cinta se funda, sobre todo, en el festival visual pausadamente estético de Erice y en la interpretación magistral de su elenco actoral. Por supuesto, por encima de todos, el andaluz Manolo Solo que, junto con Antonio De la Torre, son los mejores intérpretes que haya dado Andalucía nunca. Ante Manolo Solo hay que rendirse en cualquier caso, pero especialmente en “Cerrar los ojos”. Erice le entrega el protagonismo absoluto de la cinta y el sevillano responde de manera inigualable. El resto, ante él, entran en la categoría de secundarios.

José Coronado me sorprende, mostrando la parte más vulnerable de su capacidad actoral, en un personaje tan alejado de los rudos que le han dado fama, y sabe hacerlo de manera soberbia. Ana Torrent reaparece ante la cámara de Erice 50 años después y parece que no hubiera pasado el tiempo y pudiera seguir aguantando, como lo hace, un primerísimo plano durante más de 5 minutos de un monólogo apasionante. María León está luminosa y rotunda como ella es siempre. Josep María Pou sostiene el ejercicio de metacine en el que consiste el film de manera espléndida. Pero…

… tenemos que llegar a Soledad Villamil. Por desgracia para el espectador (no te lo perdonaré nunca, Erice), apenas aparece diez minutos en pantalla, pero qué diez minutos, los mejores del film, el momento cumbre. Yo quiero saber más sobre la historia de desamor que le une al protagonista y me quedo con las ganas. Ella mira directamente a cámara y no necesito nada más en la vida. Es esa mujer de la que todo el planeta se enamoró a la vez que Ricardo Darín en la magistral “El secreto de sus ojos” de Juan José Campanella. Es justo esa mujer. Ella. No hace falta decir nada más. ELLA me deja una escena eterna brincando por mi cabeza a perpetuidad.

Erice juega al despiste y comienza la cinta, después de un homenaje al cine a través de un ejercicio inmersivo de cine dentro del cine, con un formato de thriller que me desorienta y no me gusta. Pienso que Erice ha entrado en territorios que no domina y que está tirando de fórmulas hechas. Me asusto. No hay nada que temer. Hay que dejar que el film evolucione, que se vaya cocinando en su propio jugo, que encuentre su propio camino. A Erice no le importa el paradero de un actor desaparecido en mitad de un rodaje 20 años antes, el maestro nos quiere hablar de lo duro que es envejecer y del páramo desolador que deja a su paso. Esa es la clave del film. Y vaya si lo logra, mientras que va homenajeando al Séptimo Arte e incluso a sí mismo.

Sus 169 minutos pasan como un suspiro, sin apenas darte cuenta, mientras que te asomas al abismo que te espera en una película, por cierto, profundamente granadina, porque en Calahonda y en el Valle de Lecrín se desarrolla buena parte de su trama y, sin duda, la más importante (Segovia aparte donde refulge Soledad Villamil). Ya se sabe de la vinculación de Erice con esta parte de Andalucía que aquí explicita sin tapujos.

Suena la música siempre sutil de Federico Jusid y se despliega la belleza de la fotografía de Valentín Álvarez frente al espectador, para demostrar que nada ha cambiado desde “El sur”, que fue norte de mi vida.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow