A mí me tocó algo similar a la historia que se cuenta aquí (supongo que a muchos otros también), no como familiar, sino como amigo muy cercano, y esta película me ha recordado dolorosamente ese durísimo proceso de descomposición familiar del que fui testigo. Por eso quizá no puedo ser demasiado objetivo. Lo reconozco: me ha tocado muy hondo.

Moretti esquiva la tentación del sentimentalismo sin eliminar el lado más humano de sus personajes. Y se plantea de frente uno de los aspectos más duros: el protagonista es un psicólogo incapaz de darse respuestas, cuando su oficio siempre ha consistido en esto. Comparto sus conclusiones: cuando te pasa algo así, toca joderse y aguantar hasta que el tiempo cure las heridas. No queda otra.

Quizá se le podría haber otorgado mayor protagonismo a la madre y la hija, pero ya se sabe que Moretti es un tipo de ego superlativo y tampoco es algo que perjudique de manera directa la narración. El mismo Moretti reconoció que el germen del proyecto fue que le apetecía encarnar a un psicólogo, y que el tema de la muerte llegó después.