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Voto de Felipe Larrea:
8
Intriga. Drama Leonard Vole (Tyrone Power), un hombre joven y atractivo, es acusado del asesinato de la señora French, una rica anciana con quien mantenía una relacion de carácter amistoso. El presunto móvil del crimen era la posibilidad de heredar los bienes de la difunta. A pesar de que las pruebas en su contra son demoledoras, Sir Wilfrid Roberts (Charles Laughton), un prestigioso abogado criminalista londinense, se hace cargo de su defensa. (FILMAFFINITY) [+]
11 de octubre de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Testigo de cargo” es el resultado de la dura confrontación entre cuatro talentos monstruosos, entre cuatro agujeros negros luchando por absorberse unos a otros. Difícil equilibrio, alguien debió salir perdiendo. O no.

Agatha Christie pone la historia, el inconfundible aroma británico, ese sarcasmo optimista que cree en el sistema y en las personas que lo sustentan aunque narre el relato de un fracaso judicial.

Charles Laughton se dedica a humillar a sus compañeros de profesión. ¿Usted se imagina que depresión para cualquier actor, comprobar de primera mano que su talento no llega a la suela de los zapatos de este orondo señor?

Marlene Dietrich, impulsora del proyecto, juega con descarada facilidad con nuestros prejuicios hacia el aspecto físico y la nacionalidad de una persona.

Me temo que Billy Wilder se lleva la peor parte. El guión posee las réplicas ágiles y la impecable construcción narrativa que le encumbraron pero es difícil percibir su aportación específica. Para alguien que siempre controló como un maestro de marionetas a los personajes y el tono de sus obras, aquí se parece más a aquellos artesanos del Hollywood clásico que demostraban una eficacia infalible a costa de renunciar a cualquier signo autoral. Y eso que, según él, trataba de parecerse a Alfred Hitchcock, aunque este a su vez había aconsejado al gremio abstenerse de trabajar con niños, animales o… Charles Laughton, con quien Wilder haría buenas migas pese a todo. Tampoco quiso o supo eliminar el aire de obra de teatro filmada, en especial en ese, por otro lado genial, desenlace en el que la puesta en escena se fuerza al límite, con todos los personajes compartiendo el mismo escenario.
Felipe Larrea
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