Dos palabras definen lo que acabo de ver: belleza y vitalidad.

Belleza, porque como el pintor que además de director de cine es, Julian Schnabel utiliza el celuloide como un collage de imágenes y sonidos que sumerje al espectador en los anhelos, pensamientos y ambiciones de su personaje principal. El original tratamiento visual -excelente trabajo del director de fotografía, Janusz Kaminski-, el acertado uso de la voz en off y una exquisita selección musical se traducen en una serie de abstractas escenas en las que sencillamente basta con dejarse llevar, al estilo del Julio Medem de los noventa.

Vitalidad, porque es un precioso canto a la vida, a no rendirse ni cuando la esperanza se quiere pegar un tiro. Porque es un anti-"Mar adentro", porque incluso en la peor situación puede aparecer el sentido del humor, porque rinde tributo a los que se sacrifican por los demás -que en esta ocasión son unas señoritas francesas de muy buen ver- y porque no pretende educarnos o hacer ideología de ningún tipo. Y que conste que la peli de Amenábar me gusta.