El menú consta de platos suculentos que todo el público entenderá.

No acierta Pablo Kurt en su comparación entre Nolan y Lynch. Éste último no apuntala la realidad onírica, cierto, pero la muestra tal y cómo es. Sólo los detalles, desordenados y entre brumas, conforman un sueño.
En Inception, Nolan nos enseña todo bien estructurado, para que se entienda fácilmente. Y en eso, es un maestro. Nos lleva a un mundo "inventado por él" de la mano del equipo A, donde cada uno tiene una función muy clara y específica. Así, en cada momento de duda, tendremos una explicación, además de justificación para el diálogo.
Con una idea maravillosa, a la que da explicaciones flojas pero válidas, se vuelca en la acción. Nos hace correr, parar, caer, volar y disfrutar de dos horas y media de acción y tensión. Gran trabajo. Y gran entretenimiento.
Y aquí es donde acierta Kurt: siendo un director en estado de gracia, se atreve con grandes ideas para que su visible énfasis comercial no quede en basura como Avatar.
Me encantó ver la película, y me encantó experimentar secuencias dificilísimas, con una producción arrolladora. Pero las explicaciones respecto a la lógica y al sentido de los sueños... no, por ahí no paso. Repito, son válidas, pero ya. (más en spoiler)
Origen resulta ser un Matrix con licencia para matar donde todo gira en torno a una historia de amor, en vez de la destrucción del mundo. Esa pérdida de necesidad universal hace que no quede para siempre en nuestra retina. No me gustaron los detalles morales, no existe justificación moral que no sea universal (en el cine).

Entrantes fríos pero con aderezo de incertidumbre. Sopa de veneno y guarnición de imaginación. Carne roja con salsa de acción brutal. Tarta de chocolate, el clásico, que gustará a grandes y a pequeños, eso sí, ya la hemos probado todos.