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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
5
Drama. Intriga Inglaterra Isabelina, siglo XVI. El film plantea una cuestión que, durante siglos, han debatido académicos y grandes escritores desde Mark Twain y Charles Dickens hasta Henry James y Sigmund Freud: ¿quién fue el autor de las obras de teatro atribuidas tradicionalmente a William Shakespeare? Se han escrito muchos libros y se han barajado muchas hipótesis al respecto, entre ellas la que ofrece Anonymous. La Inglaterra Isabelina fue un ... [+]
28 de octubre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los rumores acerca de la obra atribuida al nombre de William Shakespeare son tan numerosos como interesantes, y crecen con la producción secundada por poderosos del cine y la comunicación.
Lo cierto es que palpita un oscuro interés en muchos sobre la autoría de esas obras. Y teniendo en cuenta que aquella época isabelina goza de un extenso historial de intrigas, pues la oportunidad de indagar (más probablemente inventar) estaba servida para un director como Roland Emmerich. Nombro algunas de sus más colosas producciones para poner en aviso a los recién llegados. Desde hace dos décadas ha dirigido: "Soldado universal", "Independence day", "Godzilla", "El patriota", "El día de mañana", "2012". Como vemos, gusta de forzar los acontecimientos con apocalipsis fantásticas, monstruos del cómic y extraterrestres o luchadores sin escrúpulos. Pero se atreve con algún tema histórico siempre que pueda meter mano. Creo, sin ofensa, que está convencido de ser un "creador" y por ello intenta recrearse antes de recrear. No se le dan mal los fuegos artificiales, pero nunca hemos visto en sus películas más que eso, pirotecnia.

En Anonymous vemos a demasiados personajes luchando por el poder de la corte, incluso enfrentándose a la reina Isabel en diferentes ocasiones, o luchando por la manifestación artística. Esta última lucha se desarrolla en los pequeños y frecuentemente clandestinos teatros londinenses. Allí se representarían las obras de un conde que vive atrapado en la imposibilidad de mantener sus relaciones amorosas y en la oscuridad de su posición que le prohíbe escribir poesía desde pequeño. La cinta recorre la vida de este conde que ha de ocultar sus escritos y los ofrece a un artista mediocre para que sean representados. Pero un iletrado oportunista se ocupa de ponerle cara y se yergue como su ilegítimo autor a cambio de una fama histórica. Entre luchas internas, propias de la corte y sus enredos, y las luchas a pie de tablas para con las obras del dichoso conde, se pierde uno y consigue no distinguir a sus personajes como, tal vez, una obra histórica debería hacer. Además, su intento de producción típicamente británica le aporta la austeridad y la elegancia. Pero comete dos pecados que la destronan de toda maravilla. Por un lado, las discusiones no resultan siempre creíbles, pretende contar mucho y se entiende más bien poco. Por otro, el efectismo con el que trata a Londres es presa de la masiva demanda de la plebe. Todo se convierte en oscuridad y juego de luces para esconder y sorprender, y está bien que lo intente, pero finalmente se descubre que con eso no sirve, y que algunos planos son realmente bonitos pero no convence su historia.

Esa oscuridad de la que hablo también se ve plasmada en los pocos textos que se muestran, maquillados y ensalzados. El conde mencionado decide, con gracia del rumor, firmar sus obras con un elocuente juego de palabras: will, shake, spear. Voluntad, conmoción, lanza. La interpretación de estas palabras, obviamente, las dejo en el aire. Pero la traducción me parecía más oportuna así.

Así, con el escenario de fondo, acudimos al cine a ver poco teatro y mucho teatrero. El guión, sin poder afirmar el respaldo de lo que pasó en realidad, se hace poco interesante a pesar de sus intentos por el cambio de rumbo constante. Los protagonistas, tanto el conde escritor (Rhys Ifans) y la reina Isabel (Vanessa Redgrave) están a la altura, pero no sobresalen. El resto tienen poco que contarnos, exceptuando al más oscuro de todos (Edward Hogg), como consejero de la reina.

De una fotografía de altibajos, pero con escenas notables, coloridas y bien iluminadas, esta película entretiene por un rato. No recordaremos nada de ella, pero tampoco hay gran queja durante el transcurso. La belleza de la obra de Shakerpeare se muestra con cuentagotas y se presenta con un discurso agradable y débil, por parte de un actor que sale a escena (en la actualidad) y comienza la descripción. También se despide en el teatro loando al escritor, pero no hay apenas referencias a sus influencias griegas y parece más un discurso patriótico de veneración por el reino y su mutilado idioma.
Javier Moreno
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