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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
8
Animación. Drama. Comedia Primer largometraje de Adam Elliot, ganador de un Oscar con el cortometraje "Harvey Krumpet". Narra la larga amistad por correspondencia entre un cuarentón judío y obeso de Nueva York, y una niña australiana de ocho años que vive en los suburbios de Melbourne. (FILMAFFINITY)
2 de noviembre de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cuento de Adam Elliot, ganador de un Oscar en 2003 por su cortometraje de animación "Harvie Krumpet", trata de la amistad y de la sensación pesimista de no encajar en el terreno social de convenciones heredadas.

Se presenta con texturas tiernas, mundo de plastilina, y un tono sombrío en todas sus escenas. Reclama un lugar para los "olvidados" de este nuevo mundo que, esto es opinión personal, ya muere y agoniza en sus grandes ciudades. La descripción de los personajes encuadra en el humor negro y agridulce por retratar caracteres desequilibrantes, mejor que desequilibrados.

Es, sin embargo, la banda sonora, en sus escasas apariciones, la que ofrece brotes de esperanza casi invisibles en un mundo marrón cercano al suicidio. Nuestros amigos, Mary en Australia y Max en Estados Unidos, traban una amistad bajo el romántico enfoque del envío postal, su precariedad y su inestimable espera. Ella es una niña enfrascada en su desdicha estética y familiar; él, un inclasificable neurótico (luego descubrimos su síndrome) que afronta cada carta con curiosidades tan graciosas como tristes.

El chocolate y su serie favorita de televisión serán los puntos de anclaje para una más profunda relación que se desarrollará durante toda la vida de Mary. Encontrarán dificultades y locuras que harán de sus desencuentros los causantes del ritmo de sus vidas. Ellos darán sentido al paso adelante que les permita seguir viviendo, exactamente lo mismo que nos sucede como espectadores, que aguardamos sus palabras y lloramos y sonreímos.

Tristeza y moralina se mezclan oscureciendo la narración y acabando con la creencia de encontrar color (además del pompón) en toda la duración de la película. Max tiene un amigo invisible al que, según su psiquiatra, ya no necesita. Se sienta, su amigo, en un rincón y lee. En su libro leemos: "I'm Ok, you're not".

La historia resulta entrañable aunque hemos de dar algunas concesiones como su repetición narrativa y la montaña rusa a la que nos vemos sometidos para solventarlo. La relación entre palabras y seres, entre letras y sentimientos, se incrementa en cada carta y cobra fuerza el poder de la escritura, cosa que me encanta. Es entonces cuando vemos juegos del lenguaje y una lista de palabras favoritas. Mis palabras favoritas son: "ignominioso", "tetas", "grumete", "palangana", "mequetrefe"... ¿Y las tuyas, son igual de divertidas? La palabra favorita de Cela era "almorrana" pero sólo por motivos fonéticos.

El juego en el que nos embarcamos resulta doloroso y real, tanto como un transcurso de decisiones y acontecimientos. "Vida humana" es una buena manera de llamarlo. Y las referencias que me vuelven a la memoria son la activa aportación de Philip Seymour Hoffman en el personaje de Max y, sobre todo, la obra de Helene Hanff "84 Charing Cross Road" que tuve la suerte de disfrutar en su versión teatral a manos de mi adorada Isabel Coixet. Historias paralelas bien acabadas que se disfrutan por igual.

Los familiares nos vienen dados, pero aún podemos elegir a nuestros amigos.

Noviembre es un buen mes para ver esta cinta. Escojan un sofá amplio y un gran edredón que compartir, llueve afuera.
Javier Moreno
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