No es una película para echar cohetes, para salir corriendo y gritar a los cuatro vientos que se ha visto una joya sepultada por el tiempo: no, no es una obra maestra y seguirá ahí oculta por razones obvias para el que llegue aquí por los motivos que sean y la vean de principio a fin. Sin embargo, no es ningún desastre, es cine de muy bajo coste que responde a una inquietud general pasados unos años del final de la IIªGM y ante la escalada armamentística global relacionada con las armas atómicas. Estamos en el año 1951, los dos bloques se rearman y ya se conocía lo que significó la destrucción de dos bombas en Japón.

El cine está para cuestionar, para hacerse preguntas, y de forma más o menos correcta, con más o menos acierto, "Five" (tal vez seis) pone ante nosotros la posibilidad de un mundo arrasado y los inicios de una nueva civilización. Ante esas dudas la película opta más por lo moralizante que por el propio terror, busca más la reflexión que la morbosidad de encontrar ciudades arrasadas y vacías, de hecho, cuando vemos con nuestros propios ojos esa ciudad nos damos cuenta de la grave limitación de presupuesto de la película. No da más de sí ni va más allá porque no puede, se trata de una limitación inevitable y cinco o seis (vaya, yo conté a seis) el caso es que para los aficionados y seguidores del cine postapocalíptico (que los hay) es una rareza en la que caer será un placer.