Una cosa es teclear sobre la película "Los gritos del silencio" y otra es opinar sobre los horrores que se cometieron en territorio camboyano. Bajo mi punto de vista la película no es una obra maestra ni mucho menos. Y es una lástima, los terribles hechos que se dieron en Camboya merecían un largometraje más correcto.

Cualquiera que rasque un poco sobre la reciente triste historia de Camboya comprobará que a día de hoy el proceso de los juicios contra los jemeres rojos sigue abierto, así que hay que hacerse cargo que en el año de la realización de la película Pol Pot y sus seguidores permanecían en pie de guerra, escondidos en la inmensidad de las selvas y con ganas de seguir haciendo de las suyas. No hay muchos pueblos que recientemente hayan sufrido más que el camboyano, seguramente sólo comparable a algún Estado africano.

Pero esto es una crítica de una película, que por muy bienintencionada que sea no hace justicia a los hechos. Más mal me sabe a mí decir esto. No es suficiente con tener un buen tema, con intentar ser justo, con señalar a los olvidados. La película es por momentos muy floja. A mi modo de ver a Waterston le falta algo, no llega y se queda corto... y sobre todo, aunque se puede intuir el horror de la represalia del ejército de los jemeres, la película no consigue hacernos sentirlo. No creo que la amistad de los dos periodistas esté bien trazada y aunque sepamos que lo que estamos viendo pertenece a unos hechos ocurridos en una tierra tan manchada de sangre, la película no transmite lo que debería. Lo único que está a la altura es la maravillosa banda sonora de Oldfield.

Así que viendo ""Los gritos del silencio" de buenas a primeras es un diez. Opinando con distancia ya cada vez es más floja hasta el punto que es más posible entender a quienes dicen que es una película muy justita que a quienes dicen que es una obra maestra. No, no es una obra maestra.