Este western es realmente bueno, y nos cuenta muchas cosas que son verdades como un castillo. Entre otras cosas, nos cuenta que ser un hombre no significa tener que pelearse si te insultan, por ejemplo, eso es más bien de bestias y peleando no se arregla nada, las diferencias se deben solucionar con el diálogo, que para algo Dios (o lo que sea, según las creencias de cada uno) nos ha dado la inteligencia. Otra de las cosas que nos cuenta es que las cosas se deben hacer porque uno quiera, y que no hay que hacerlas para demostrarle nada a los demás o para presumir, y que no hay que hacer mucho caso de lo que piensen de ti, y sobre todo las personas que no te conocen. También se trata el tema del amor, las circunstancias del enamoramiento, etc. Por último, se tratan defectos humanos como el rencor, la cabezonería o el odio, que puede llevar a absurdas disputas y rivalidades, como pasa en esta película, donde Henry Terril y Rufus Hannassey están enfrentados tontamente y casi por una disputa personal, a la que arrastran a muchas otras personas, está a punto de desencadenarse una guerra. El personaje de Jame McKay demuestra lo que es ser realmente un caballero y tener sentido común, a diferencia de todos los demás personajes. Por cierto, Gregory Peck está realmente bien interpretándolo. Peliculón, de lo mejorcito del cine del oeste.