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Voto de David Navarro:
7
Drama Dan Dunne (Ryan Gosling), un profesor de un conflictivo instituto de Brooklyn, es adicto a las drogas. Cuando Drey, una problemática estudiante, descubre su secreto, nace entre ambos una insólita amistad. (FILMAFFINITY)
10 de junio de 2007
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Half Nelson presenta las mismas contraindicaciones que una larga estirpe de títulos con vocación de pasar por el engañoso embudo del cine minoritario para minorías. Realmente sólo transgrede en los detalles: en la mayoría de los aspectos Half Nelson es más clásica que Casablanca. De acuerdo, de entrada juega al despiste. El título no se refiere a ningún personaje llamado Nelson sino a una llave de lucha libre de la que pocos salen de una pieza.

Otra invitación a marcar el entrecejo ante la supuesta "independencia" del film es su estupendo diseño de producción, donde todo parece descuidado del mismo modo en que los pijos de los barrios altos lucen pantalones rotos de cien euros por descosido. Todo está estudiado para que resulte caótico, desde el vestuario hasta la recreación de una época atemporal que es un hoy trufado de referencias ochentenas (¡ese reloj con calculadora!).

Más motivos para cargar las tintas: la apuesta argumental. Lo mismo de siempre, pero al revés. El profesor que motiva a sus alumnos no es sino un perdedor irreparable, que probablemente fracase en su intento redentor. ¿Se imaginan al profesor Clément Mathieu de Los chicos del coro con un piercing, fumando opio en una chabola y yendo a dar clase a las mil viviendas? Pues ésta es la idea. Además, otro punto importante. El profesor de Half Nelson tiene pocos visos de salir adelante, pero al menos, a priori, tiene alguna opción más que sus alumnos, que no tienen nada de tontos ni de rebeldes.

En este cóctel de voluntades encarceladas destaca de forma perturbadora la presencia de la cocaína como un ángel de la muerte silencioso que se sitúa como la verdadera amante, perfecta compañera de viaje, del protagonista. En efecto, entender la drogadicción como una penosa aunque aceptable opción de vida es algo que exige una verdadera mentalidad abierta. Por fin, una justificación del buscado marchamo de “indie”.

Si exceptuando el tratamiento de la droga, lo anterior tiene una lectura tremendamente desubicada y transgresora sin leitmotiv, la gramática del film sigue las pautas clásicas que todos los autores del cine han venido aplicando desde el principio. Sugerir, en la obra de Ryan Fleck, más que una llamada a la ensoñación pasa por convertirse en un recurso dramático de primer orden. Aquí las sentencias las concluye el espectador, pero sólo es una ilusión: el subtexto nos sirve en bandeja los mejores diálogos, aquellos que se gestan en nuestro pensamiento sin que los personajes abran la boca.

En lo narrativo, la historia se digiere como un caramelo amargo con un regusto menos dulzón de lo que alguna situación cómica pretende asumir, y basa todo su potencial en la interpretación de una adolescente, Shareeka Epps, y un profe compuesto con más vueltas incluso de las que sería menester por Ryan Gosling.
Una pareja extraña, pero casi perfecta, para un film que convence con sus pocos aciertos, porque realmente da en el blanco cuando se aparta del síndrome Sundance.
David Navarro
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