Excelente película, y otra vuelta de tuerca del maestro Wilder.
Parece lógico hacer una película sobre las aventuras de Sherlock Holmes. Con esto tenemos garantizado unos personajes muy conocidos y efectivos, argumento entretenido e intriga.
Es algo más arriesgado que esta película sea una comedia. En verdad las aventuras del detective inglés tienen muchas cosas, pero nada de humor.
Más chocante aún puede resultar que en esta comedia aparezcan los sentimientos íntimos y las debilidades más humanas de un personaje cuya principal característica es la frialdad y la falta de emoción.
Y para colmo, una comedia con un final melancólico, una pérdida amorosa y un lamentable fracaso profesional…
Y es que los elementos fundamentales que podrían constituir la principal baza de una película de aventuras (época victoriana, personajes arquetípicos y cerrados, intriga detectivesca, humor inglés, historia de amor) son sometidos finalmente a una interrogación que nos deja un sabor un tanto amargo, el curioso resultado de que el detective más astuto sólo pueda enamorarse de aquella que le supera, y, por tanto, le engaña: la imposibilidad de que el amor y la razón objetiva puedan coexistir. Todo ello reforzado con el fondo unos paisajes solitarios y una música brumosa y evocadora.
Y una curiosa frase en una de las escenas más cómicas, y en boca nada menos que de una anciana reina al contemplar una nueva y destructiva arma de guerra: “¡Y pensar que nos quejamos de cómo va el mundo! ¿qué inventarán ahora los hombres de ciencia?”