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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Antonio Salieri es el músico más destacado de la corte del Emperador José II de Austria. Entregado completamente a la música, le promete a Dios humildad y castidad si, a cambio, conserva sus extraordinarias dotes musicales. Pero, después de la llegada a la corte de un joven llamado Wolfang Amadeus Mozart, Salieri queda relegado a un segundo plano. Enfurecido por la pérdida de protagonismo, hará todo lo posible para arruinar la carrera ... [+]
13 de mayo de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La envidia es el único de los pecados capitales que no es gozoso para el que lo padece, pues la angustia lo corroe permanentemente. Es evidente que en el pecado lleva asociada la penitencia. Y en casos extremos puede llegar a desembocar en odio, que es el más perverso sentimiento del alma humana. Nunca es feliz con lo que posee porque está pendiente de lo que tiene su prójimo y no vive su vida porque está obsesionado en compararla con su rival.

En mi opinión, esta película no es biográfica ni está sujeta al rigor histórico, aunque sigue siendo motivo de discusión entre los amantes del cine histórico, sumamente irritados por el excéntrico retrato que el film ofrece en tono a las figuras de Mozart y Salieri, aquí enfrentados – por obra y gracia de una obra teatral de Peter Shaffer, adaptada al cine por su mismo autor – en una especie de duelo mefistofélico en el que se presenta a Salieri como un mediocre celoso, y al divino Amadeus como un niñato malcriado irreverente y de risa estúpida. Polemizar sobre todo esto no tiene sentido: el Amadeus de Forman sólo puede irritar a aquellos que ven el cine con el libro de Historia bajo el brazo y desprecian el funcionamiento de los mecanismos de la ficción (olvidando, además, que pocas cosas hay más opinables, relativas y subjetivas que la propia Historia), o a los que no han tenido la ocasión de oír la versión original del film y comprobar por sí mismos el lamentable doblaje español que deforma la famosa carcajada de Mozart, alterando la actuación de Tom Hulce y buena parte del sentido del relato.

En realidad, la risa de Mozart no es la de un idiota sino, por el contrario, la de alguien cuya carcajada infantil connota la tragedia de un genio que está por encima de todo pero que, a pesar de ello, no ha sido capaz de superar una infancia dominada por la presencia de un padre autoritario que le atormenta incluso desde la tumba. La obsesión de Salieri cómodamente instalado en la vida como músico al servicio de la Corte, proviene de la incomprensible facilidad del advenedizo Mozart para componer una música mucho más brillante que la suya. Salieri ve a Mozart con un don divino del que este no es consciente, dado lo irreverente de su conducta: no en vano él ha sentido desde pequeño la música como una vocación en el sentido más religioso de la palabra, ha hecho votos de castidad a cambio de que Dios le dotase como compositor.

Humillado primero, fascinado después por la música de Mozart, acaba deduciendo que el don del joven genio es un insulto directo que le hace Dios a él. Mozart no es sino un instrumento de Dios para mofarse de su mediocridad, su irritante risa y su sublime música no son sino dos sonidos distintos de una misma carcajada divina. Es más, cada nueva obra mozartiana es recibida por Salieri como un bofetón en la cara por parte de Dios que en cambio sí le ha dado la capacidad de admirar esa música grandiosa, que él cree estar escrita al dictado del todopoderoso. Ante tal afrenta Salieri reniega de Dios arrojando al fuego el crucifijo, como renuncia de su fe.

Esta es una película del productor Saul Saentz, ganador del Oscar por “Alguien voló sobre el nido del cuco” y “El paciente Inglés”, la producción es fastuosa, rodada en Praga, en el teatro que Mozart estrenó “Don Giovanni” la dirección artística, las puesta en escena de las óperas son una gozada, la fotografía, el vestuario fascinante todo, sin olvidar claro la magistral interpretación de Salieri (F. Murray Abraham), en cuanto a Milos Forman, creo que es un realizador que no se distingue por su personalidad, eso no significa que no cuide las películas que le encargan y esto es lo que, en cualquier caso, debe ser objeto de valoración; en suma, puede que Forman no sea un autor y sí, en cambio, un artesano, pero por lo menos lo es en el sentido más noble del término. De obligada visión para cinéfilos y melómanos.
Antonio Morales
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