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España España · San Sebastián
Voto de Ulises:
10
Ciencia ficción. Fantástico. Intriga Una noche, cerca de su casa, en Indiana, Roy Neary (Richard Dreyfuss) observa en el cielo unos misteriosos objetos voladores. Desde entonces vive tan obsesionado por comprender lo que ha visto que se distancia de su esposa (Teri Garr). Encuentra apoyo en una mujer que también ha sido testigo de los mismos hechos, y juntos intentan encontrar una respuesta al misterio que ha alterado sus vidas. Al mismo tiempo, un nutrido grupo de ... [+]
28 de julio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la tercera de Beethoven, La celestina o el David no hubieran sido concebidos por sus autores, siempre he pensado que habrian sido creados en una versión similar a los originales por otros artistas. Las joyas de la humanidad tienen una fuerza gravitatoria propia y, como tesoros escondidos bajo la arena de una playa tropical, el artista lo único que hace es descubrirlas y darles brillo. Si el artista pierde la oportunidad, otro llegará tarde o temprano y descubrirá dicho tesoro, haciéndolo suyo.

La película de Spielberg es una de esas joyas. De no existir en el género de la ciencia ficción, algún otro habría sacado brillo de aquella piedra bruta. Bella en simbología, nos acerca las inmensidades del universo hasta reducirlas a la vida cotidiana de varios ciudadanos de clase media de una población cualquiera de EE.UU.; y, además, nos hace imaginar que el universo es un mundo donde habitan seres mejores que nosotros (nos es tan difícil, la verdad). Es la cara A, o la cara B, -según el ángulo que se mire-, de E.T.; donde los rescatados somos nosotros, a pesar, quizá, de no merecerlo.

Y lo hace Spielberg a través de un viaje. He escuchado a amigos decir que la película es un tostón; que no ocurre nada hasta el final. En este mundo de inmediatez, donde el esfuerzo y la espera son sinónimos de tedio y pérdida de tiempo; donde el summun de la cultura es un restaurante tres estrellas Michelín y el opio del ego, Instagram; esta película puede parecerte desfasada. Aquí no hay personajes embutidos en trajes de goma a prueba de epilépticos, dando mamporros a cascoporro; caricaturas del bien y del mal, o diálogos intercambiables entre una de Marvel y... otra de Marvel. En Encuentros en la tercera fase hay personas normales, con sus problemas normales y, sobre todo, un espacio para la ciencia y los científicos. ¿Quién sino es el ciéntífico francés que, maravillado, va siguiendo a lo largo del planeta las pistas de los extraterrestres? Para mí es la representación de Carl Sagan: aquel astrónomo maravilloso que nos llevó en un viaje de cintas VHS a través del cosmos.

Y Spielberg lo hace con maestría: utiliza con inteligencia claroscuros de luz; los efectos especiales son elegantes y delicados; la ciencia es la vía; la música el vehículo (cinco notas: b si, do, b la, b la, b mi); una montaña la alegoría de una meta, y unos seres entrañables como colofón platónico.

La película es naive; sí, ingenua a más no poder: los militares al servicio de los científicos; un gabacho culto liderando americanos (así se autodenominan ellos). Si eres de los 70 u 80, quizá los sueños de juventud se habrán ido desbastando por la realidad maravillosa del ser humano: trabajo duro, el comunismo como una utopía, la hipoteca y el escaparate del Sálvame como reflejo de nuestra sociedad, para uno acabar siendo de derechas y defensor de la propiedad privada a ultranza pagada ya la hipoteca (último refugio del capitalismo de los pobres). Pero si tu hijo o tu sobrino o, quien sea, es capaz de levantar un rato la vista de la tablet y aguantar un rato la mirada, quizá sienta la grandeza que hay detrás de esta historia, en la cual, en la cima de una montaña, se encuentra algo tan banal como la puerta a otros mundos.
Ulises
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