Justine es la hija menor de una familia vegana de veterinarios, aunque con lo de vegana en este caso supongo que lo que quieren representar es represión ante lo que se consideran instintos más bajos. Justine es la niña bonita que todo lo hace bien, al contrario que su hermana mayor, Alex, que es una bala perdida y con la que los padres se han dado, más o menos, por vencidos a pesar de que tampoco es que lo que ellos saben que hace sea para tanto. La cosa está en que cuando Justine llega al la universidad e intenta mantener su forma de ser durante la semana de novatadas, su hermana la obliga a encajar como sea -en la película, comiendo carne cruda, pero se podría sustituir por empastillándose o cogiendo una borrachera del quince, para el caso da igual-. La cosa es que Justine le coge el tranquillo y resulta que, aunque ni ella misma se lo acaba de explicar, ese comportamiento transgresor le gusta más que al resto de compañeros hasta un punto totalmente inaceptable por lo sociedad. Pronto descubre que a Alex le pasa exactamente igual, pero, al contrario de lo que cabía esperar, ella lo lleva peor aún que Justine, que poco a poco lo va aceptando y encajando. Esto genera una situación de amor/odio/dependencia entre ambas hermanas, Alex descubriendo que incluso en esto Justine es más fuerte que ella y haciéndole todo tipo de faenas por despecho. Evidentemente la cosa va a mayores hasta llegar al clímax, el momento en que Justine decide que ya no puede sobrellevar más la situación, que hay que poner a sus padres al corriente y que su hermana necesita ayuda profesional. Y, para cerrar, un final en que Justine parece volver a controlar su vida mientras su padre le explica que la culpa es de ellos por mimar demasiado a su hermana y que, a fin de cuentas, su madre era igual con su edad. Y que con esto contemos el argumento de una película supuestamente de canibalismo dice mucho acerca de lo que se puede uno esperar.