Conocemos a Alberto Sordi. Sabemos de su simpatía ante la cámara, de su gestualidad romana y esa forma de representar al italiano medio con sus virtudes y defectos a cuestas. No obstante, aguardamos en vano. Queremos un momento que nos calme, alguno de sus tics para sumergirnos en una comedia costumbrista por tierras sicilianas. Pero algo va mal.

Algo se intuye en "El mafioso". Igual que el excelente personaje interpretado por Norma Bengell nos parece que nos hemos alejado de la seguridad. Los obstáculos serán al principio amables. Después vendrá la mano de un guión hábil a varias manos, perfectamente escrito, intuyéndose nombres como Rafael Azcona o Marco Ferreri.

Viajamos con el protagonista sin darnos cuenta, casi compartiendo ese ataúd metafórico donde nos sumergimos, sintiendo esa carga familiar de la lealtad mal entendida, de los caminos del "honor". Mientras tanto hay un retrato costumbrista fascinante.

Desembocamos en un tercer acto que nos lleva a ese tono que poseía asimismo "El verdugo" de Berlanga. Cuando todo parece estar bien... pero no lo está.

De visionado obligatorio para quienes piensen que Sordi no ha sido uno de los intérpretes con mayor talento del celuloide italiano.