No hay nada como aparecer en el momento justo, por tanto. Celda 211 es la muy inspirada película de Daniel Monzón, rodada en uno de esos instantes donde todo parece ir sobre ruedas y trasmitiendo algo muy difícil al espectador, que se ha rodado a gusto y con buen trabajo en equipo.


En verdad, parecía que el deseo de ver al fin una película española que se supiera adaptar bien al género carcelario tan americanizado ha desatado una euforia que, como bien han reflejado otras críticas por aquí, bien ha podido llegar al exceso. Pese a ello, es muy lógico que el duelo interpretativo de Luis Tosar y el debutante Alberto Ammann haya cosechado tanto botín en los premios Goya. Calzones y Malamadre son ya por derecho propio dos de los papeles más agradecidos del cine hispano actual.

Asimismo tiene una trama dramática tan directa (evocada a la perfección por ese mago llamado Roque Baños) que es imposible, desde el desgarrador inicio, no sentirse interesado. Especialmente de agradecer en esta montaña rusa son los flashback, focalizados sobre todo en el personaje de Elena (Marta Etura), ya que si no sería inconcebible una película que va de clímax en clímax.

El casting está muy bien medido, destacando lugartenientes del amotinamiento como El Apache o Tachuela, sin olvidar a Utrilla, interpretado por Antonio Resines, a quien "Los Serrano" tal vez hayan hecho un flaco favor encasillándolo. Por cierto que Resines sorprenderá a quienes no le conozcan en este registro. También hay una tonalidad oscura y diálogos muy de western que son muy de agradecer.

Con buenos giros de guión y un atento sistema de rodaje, a pesar de innegables defectos (ser spoiler"), Celda 211 es con justicia una de las mejoras películas que se han hecho en el cine nacional en los últimos tiempos.