Malick vuelve otra vez a la América rural, pero en esta ocasión con una más cuidada estética y unas mayores pretensiones dramáticas y visuales, apoyado por una historia, que podría firmar Bergman, y con unos acompañamientos como son los de Nestor Almendros y Ennio Morricone, que elevan la factura sensorial del film a cotas de gran belleza.

La historia discurre de la dureza rural, a la esoñación y la felicidad, pasando por el amor y desembocando en el drama y la desesperanza, todo ello en un marco (el latifundio donde se desarrolla) capaz de mostrar lo mejor y lo peor, con unos personajes que buscan algo, la felicidad, que todos encuentran, pero que todos acabarán perdiendo

El relato se mueve en un contexto de extrema dureza, donde de repente parece atisbarse un rayo de luz, que ilumina a sus protagonistas, pero la realidad se impone, y como en una profecía el fuego y las plagas acaban con todo y con todos.

Bella factura, bonita historia, original y muy personal y profunda.