Reconozco que las ganas que tenía de ver Patria han ido disminuyendo conforme la serie progresaba, frustrándose finalmente todas mis expectativas. Tras el visionado del capítulo de apertura las sensaciones eran favorables: contexto y estética muy logradas; dinamismo visual motivado por una destacable habilidad con la cámara; un interesante juego de saltos temporales en post de favorecer la fuerza dramática, y en general, la potencialidad y riqueza del relato; y un reparto creo que seleccionado con acierto, con algunas interpretaciones que tacharía de sobresalientes (no tanto los roles de sus personajes). Pena que todas esas virtudes caigan en saco roto, porque si en algo flaquea Patria, es justamente en lo que nunca debería fallar un producto así, la credibilidad de la narración. Sin entrar a valorar el grado de fidelidad de lo expuesto respecto a los hechos acontecidos en aquel triste, y demasiado largo periodo de nuestra historia, una serie como ésta no puede permitirse el error de caer en el maniqueo, ni en encaminar los sentimientos del espectador de forma tan simplona, a fuerza de clichés, y un sinfín de casualidades y causalidades en prácticamente cada una de las escenas. Dicho en jerga culinaria, nada o casi nada en Patria se cuece al fuego que debiera, y multitud de situaciones se dan “porque sí” de forma totalmente forzada. No sobra decir que era la parte más complicada y el mayor reto al que se enfrentaba su creador, Aitor Gabilondo, circunstancia que no quita que ello suponga, en mi humilde opinión, un gran problema que tiene la serie… bueno, a fecha de hoy habría que sumarle otro inconveniente, y es la existencia del último trabajo de Iciar Bollain, “Maixabel”, espejo en el que Patria debería mirarse. (5.5/10)