Relectura del inmortal clásico “Cenicienta” (1950) de Walt Disney realizado con imagen real, bajo la batuta de la propia Disney para no desmerecer en nada su famosa película de animación, y renovarla para los nuevos tiempos sin perder ni un solo detalle.

La archiconocida historia de la huérfana que es maltratada por sus hermanastras y su malvada madrastra es dirigida por un renombrado maestro en el arte de contar historias, sobre todo si son shakespearianas: Kenneth Branagh es el encargado de encauzar un filme basado en un original tan intocable e iconográfico como el de la inmortal película de Disney, y hay que reconocer que la arriesgada apuesta no le ha salido precisamente mal. Su “Cenicienta” es tan ñoña, cursi e idealizada como la original, añadiendo además un fastuoso e impresionante diseño de producción, con unos decorados coloridos, un vestuario recargado y majestuoso, y unos efectos especiales que ayudan a devolver la magia que ya destilaba el original, con el sello Disney bien presente en cada fotograma.

La meticulosidad de Branagh respecto al original no está reñida con los momentos en los que se perfila su vena de autor, esto es, en los más dramáticos y en las conversaciones, para dar mayor base a los hechos, una base que no era necesaria en una película de dibujos de 1950. Define bien el perfil de los personajes, creando una Ella (Lily James) adecuadamente tonta, bella y servil, unas hermanastras histriónicas cuyo insoportable carácter se refleja en los colores chillones de sus indumentarias, una madrastra fría y decidida, y un príncipe enamoradizo y alelado. Todo muy bonito, todo como tiene que ser en un cuento de fantasía, con sus personajes estereotipados e idealizados.

El filme se desarrolla con buen ritmo, recreándose en lo espectacular de sus detallados diseños, en sus fotogramas de ricos matices cromáticos, en sus detalles de ensueño. Realmente, Branagh no puede tocar mucho más, y la obra se magnifica visualmente por sí sola, a pesar de lo muy pobre de su guion, de su historia tantas veces contada.

En cuanto al reparto, Lily James parece cómoda con su papel y se nota, al igual que una enorme Cate Blanchett, la mejor madrastra malvada que podía haber, con su porte elegante y glamouroso.

A pesar de que los más puristas seguirán prefiriendo el original, Kenneth Branagh ha hecho una digna renovación. Recomendable.