Akira Kurosawa es un nombre sellado a fuego en la historia del celuloide. Su talento indiscutible ha dado para numerosas películas que ya se han impreso con letras de oro en el cine y han influenciado a un sinfín de directores occidentales. Esta vez no nos habla de dramas épicos, ni adaptaciones de obras de Shakespeare, ni duelos en el Japón feudal... esta vez nos habla de él y de nosotros mismos.

Para ello, nos presenta 8 cortos enlazados entre sí, que vienen a ser sueños que el director ha tenido y proyectan en un mismo personaje su vida desde que era pequeño hasta los últimos años. No forman una conexión entre cada historia salvo por el personaje en sí, y cada una son presentadas bajo la frase "este sueño ya lo he vivido". Sin duda, es la obra más personal del director nipón, repleta de lirismo y sentimientos diversos tales como compasión, terror, espíritu de superación y gusto por la belleza artística.

Cada corto es especial en sí, pero destacan algunos momentos más que otros: la belleza coreográfica de los espíritus de los melocotoneros, el monstruo llorón, el miedo al holocausto nuclear (algo tristemente marcado en la sociedad japonesa, recordemos las películas de Ishirô Honda de los '50), el colorido del mundo de Van Gogh o la tranquilidad casi "new age" de la "Aldea de los Molinos de Agua".

Es un filme eminentemente visual y metafórico, repleto de referencias a la cultura más tradicional nipona, y es en verdad como sueños dentro de un gran sueño, del que Kurosawa intenta hacernos reflexionar sobre el ser humano. Pero la cinta tiene un problema del que adolece, y radica en que no logra emitir toda su fuerza bajo cualquier circunstancia, sino que se tienen que dar una serie de condiciones para que el espectador pueda aprovechar bien su visionado. Yo la vi en el momento inadecuado y en la peor situación, y no pude por menos que notar en la superficie el reflejo de un brillo que emanaba de mucha más profundidad.

Merece la pena disfrutar de esta película, llena de esperanza y fe en el ser humano. Pues los sueños son reflejos del subconsciente, de la experiencia y de los miedos interiores, y es de agradecer que una figura de la talla de Kurosawa los quiera compartir con nosotros.