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¿Para qué sirve un oso?

Comedia Alejandro y Guillermo son dos hermanos asturianos enamorados de la Naturaleza desde que eran niños. Alejandro es un prestigioso zoólogo de carácter aventurero que investiga la vida salvaje y vive en los árboles como un animal más. Guillermo es un biólogo de prestigio internacional, que ha recibido multitud de premios; un día descubre un brote verde en la Antártida y, convencido de que la batalla está perdida, lo abandona todo y regresa ... [+]
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
4 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su estilo de humor no me desagrada, pero sí sus "gags", por llamarlo de alguna manera. Y es que es algo infantil, no tiene originalidad con las gracias, o por lo menos ningún resultado, apenas me he reído. Lo mejor sin duda, el mensaje ecológico que transmite y los bellísimos paisajes de Asturias. Los protagonistas están aceptables, pero siendo quienes son, me esperaba mucho más. Simplemente para verla una sola vez.
ariakan
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13 de enero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un precioso y veloz travelling aéreo sobre la Antártida, un biólogo realizando un triste descubrimiento y un zoólogo que habita en un bosque asturiano e inicia un nuevo día corriendo en busca de algo que se percibe lleva mucho tiempo esperando.

Así comienza ¿Para qué sirve un oso?, comedia con mensaje ecológico y segundo largometraje del cineasta Tom Fernández, quien inició su filmografía en el año 2007 con La torre de Suso, delicioso canto a la amistad y profunda reflexión sobre las expectativas en la juventud y las ilusiones esfumadas al llegar la madurez.

El último trabajo de Tom Fernández, sin embargo, carece de un guion con la ironía, agudeza y matices necesarios como para permitir a los personajes dotar de suficiente profundidad a las relaciones que se van mostrando al espectador a lo largo del filme. Ello, pese a contar de nuevo con los brillantes Javier Cámara y Gonzalo de Castro como personajes principales de la historia, y con Emma Suárez, a quien tampoco le es posible realizar una interpretación brillante. Pese a esto, es destacable la interpretación de Sira García, quien da vida al necesario personaje de Daniela, quien desde su niñez permite recordar a los adultos la necesidad de hacerse las preguntas adecuadas.

El filme fue rodado en Islandia, para recrear las escenas que suceden en la Antártida, y en Asturias, donde sucede la práctica totalidad de la historia. Pese a la belleza del enclave, Fernández no lo explota en gran medida, dando más importancia a los primeros planos de los personajes. Ello confiere intimismo al filme, pese a que ambos aspectos podrían haber sido compatibilizados en mayor medida.

En último lugar, la banda sonora, que corre a cargo de Mauricio Villavecchia, no contribuye especialmente a reforzar la película. Sirva como muestra el viaje en coche que emprende Javier Cámara en busca de su hermano, pasaje ilusionante por ser preparatorio del encuentro, el cual sorprende que esté presidido por una bastante sensiblera y poco evocadora música. Esta tendencia del realizador se puede observar en otros pasajes del filme, así como en su anterior trabajo.

En definitiva, se trata de una cinta en la que se deja ver la intención de su director de narrar una historia intimista sobre miradas, sentimientos y superación personal (son muy valorables en este sentido las invitaciones a la reflexión que Geraldine Chaplin dirige a Javier Cámara en los inicios del filme, así como la escena de la chimenea y los libros), pero que carece de la trascendencia necesaria para transmitirlos al espectador. Ello, unido a la sorpresa que provoca que el tramo final de la película se encuentre dominado por el tópico, hace que en su conjunto sea una película decepcionante. A pesar de todo, es recomendable seguir de cerca a Tom Fernández, ya que, atendiendo a su ópera prima, puede adivinarse un gran potencial, con posibilidades de ofrecer a corto plazo una nueva historia a su misma altura.
Monica
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10 de enero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La guerra ha terminado. Las truchas.
Una simpática tontada llena de infinita banalidad que con ellos dos, muy sobre todo Javier, gana lo que pierde en las lamentables y ridículas relaciones amorosas y que a pesar de su blandura y ganas de agradar a todo el mundo y a toda costa, cueste lo que cueste, deja algunos detalles curiosos o hasta incluso aterradores, a saber, vemos un pinchazo en un brazo y a contrapelo, sin el consentimiento de la víctima profanada violada, mi cuerpo es mío y (no) hago con él lo que quiero, así como asistimos a un nada donoso escrutinio de libros o más bien quema indiscriminada, Farenheit 451, ambos aspectos visionarios (o no, la historia se repite, recuerdos del futuro), la peli es de 2011, teniendo en cuenta nuestro espantoso presente tan lleno de jeringuillas obsesivas, ni en una película de quinquis de los años ochenta hubieran jamás soñado los pobres semejante paraíso/infierno jeringo, murieron antes de tiempo, ahora serían los reyes del mambo, tendrían dosis gratis (vía impuestos, por supuesto, la caridad y todo el vicio te los pagas tú) prácticamente todos los días a precio de saldo, serían unos héroes de nuestro tiempo, ejemplos máximos de solidaridad y filantropía, todo por el pueblo y para el pueblo, mi brazo es de todos, mi alma, del mundo, soy una cobaya humana por nada, a mucha honra, un experimento científico andante, un mutante, un autómata, y quema en la hoguera (tanto real como simbólica) de obras literarias que no pasan la censura, que no se acercan a la olímpica altura moral que ahora nos adorna con suficiencia, pobres artistas de antaño que se quedaron atrasados, no dan ya la talla esos genios del pasado, al igual que una escena, la del hacha en el centro de la cabeza que remite a la de Pulp Fiction con Uma y, sí, otra jeringuilla, de ahí no salimos, el mundo es un pañuelo, que aquí se resuelve de manera más elegante y elíptica, más fantasiosa y cobarde. Lo mismo que se viene a decir con poca duda que un biólogo y un zoólogo no sirven para absolutamente nada, bravo, ole sus cojones, qué inventen ellos.
La película habla de ecología para hacer muchas risas, pocas en verdad, como coartada o premisa, a ver si cuela, hecho que nos sirve para confirmar, TVE y su coloquio posterior a esta obra mediante, que el arte, o el cine, hasta el puro entretenimiento o lo que cojones sea murió hace ya algún tiempo, ya no es más que una simple excusa, nada disimulan a este respecto los comisarios políticos y todos sus allegados, para soltarnos a bocajarro, sin anestesia, el sermón de la montaña, otro más, no damos abasto, para darnos catequesis, lo cual demuestra sin ningún género de dudas que vivimos en un feroz régimen religioso fundamentalista que ríete tú de los talibanes tan rudos y primitivos en el que los sacerdotes y las monjas son los amos del cotarro y en el que los dogmas de fe y las verdades reveladas la mar de científicas son incuestionables, todos, de hecho, están completamente de acuerdo siempre en lo que les toca, el debate o el posible intercambio de puntos de vista es una reliquia del pasado, queda totalmente aparcado, fuera de la moda, mucho mejor para otra ocasión, vamos, todos, o los religiosos eso nos advierten a todas horas como ha no tanto tiempo hacían sus hermanos gemelos, los que portaban sotanas y alzacuellos, aquellos, de similar manera respecto a la cercana llegada del apocalipsis previo paso por todas las plagas bíblicas conocidas si seguimos pecando tanto como hacemos ahora todos los santos días, directos al mismo infierno, sin perdón ni remisión, ya que nos portamos muy mal y somos muy malas personas, peores que las ratas o las zarigüeyas, somos culpables, mea máxima culpa, estamos destruyendo el planeta con nuestra gran bajeza y mucho desgobierno, razón por la que tenemos que volver a vivir como nuestras abuelas (sic) tras habernos fustigado mucho por nuestros abundantes pecados y después de hacer variados viajes al interior de nuestra alma en busca de consuelos y respuestas, muy espirituales con el fin de encontrar por fin la esperanza y la felicidad, el cielo, a Dios en la naturaleza, en los matorrales o dentro nuestro, suma de hechos que nos obliga tal vez algo casualmente a destinar cientos de miles de millones de dólares poco más o menos a la lucha contra ese mal abismal que de hecho, ahí está la puerta de Alcalá, es el mismo, su causa u origen, todo casa, encaja y rima, nada está puesto al azar, que ha provocado la pandemia que ahora nos asola con inquina, dinero que sale en muy buena medida de nuestros impuestos y que también casualmente va destinado a pagar a todos los expertos, divulgadores y profesionales de toda índole y condición, científicos todos, que nos advierten generosamente de los peligros que acarrea nuestra horrorosa forma de ser y de comportarnos y que nos iluminan y nos dirigen y dictan las más adecuadas normas, nos dan tantos consejos porque saben que estamos perdidos sin ellos, vacas sin cencerro, les necesitamos para que nos enseñen el camino, nos lleven hacia la luz, nos traduzcan las enseñanzas recibidas como si fueran casi médiums o hechiceros, científicos, así es y así seguirá siendo hasta el fin de los tiempos, por eso se reúnen tanto por un módico precio, solo alojamiento y comida piden, a cada poco esos maravillosos gerifaltes en esas maravillosas cumbres y encuentros tan necesarios y/o indispensables para salvar el mundo, todo sea por Gaya, para darse ánimos y algunos golpes en el pecho, vamos, hermanos, a ello, a la dura tarea, juntos, podemos, de estas reuniones saldremos más fuertes,
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Ferdydurke
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1 de abril de 2011
11 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega un momento en la vida de todo ser humano que uno se pregunta, ¿... y para qué sirve un oso? En apariencia una sencilla pregunta con una no tan sencilla respuesta que, mira por donde, '¿Para qué sirve un oso?' no acierta a concretar de forma satisfactoria. La nueva película de Tom Fernández, quien aquí intenta apurar los relativos logros de 'La torre de Suso' con resultados más bien decepcionantes, presenta como excusa la historia de dos hermanos, uno zoólogo y otro biólogo, con una no muy buena relación como presuntos adultos que se reencuentran varios años después con Asturias como telón de fondo para subrayarnos a cada paso, entre bostezo y bostezo, un ingenuo y bienintencionado mensaje ecologista tan simple, sencillo y ramplón como termina siendo la propia producción en sí.

Si '¿Para qué sirve un oso?' fuese una película norteamericana diría que estamos ante una producción netamente comercial, prefabricada, una de esas comedias diseñadas con tiralíneas al servicio de la estrella de su cartel y concebidas con una meticulosidad profesional incuestionable por más que se encuentren carentes de alma alguna más allá de su pose acartonada. Siendo española se puede decir exactamente lo mismo pues la nacionalidad no influye y no deja de ser lo que es, pero dado que el concepto de industria resulta tan poco representativo de nuestra cinematografía, Segura aparte, no deja de sorprender para bien descubrir cada día más empeño en aplicarlo con interés en el producto nacional aunque para ello haya que reducirlo a eso mismo, a un simple "producto", la parte mala a este lado del medio ambiente.

A veces es difícil distinguir si una producción es sencillamente simple o simplemente sencilla, al mismo tiempo que discernir cuando la falta de complicaciones es buena o mala tampoco se escapa al momento en el que podemos sentarnos a ver una película cualesquiera. '¿Para qué sirve un oso?' podría ser las dos cosas incluso a la vez, pues tiene una premisa bastante simple y resulta en toda sus líneas un relato de lo más sencillo, sin que por ello aparente merecer ser criticada de por sí. En todo caso sí que se merece, sin embargo y a pesar de sus evidentes e inmaculadas intenciones, ser acusada de plantear su propia sencillez de una forma harto simple y, lo que es aun peor, de forma escasamente inspirada, dando lugar a un relato insípido al que le falta la chispa necesaria para funcionar como algo más que un esquema resuelto de forma mecánica y, contrapuesto a su propio y demasiado prominente mensaje ecologista de carácter tan moralizador y populista que roza el absurdo, de manera poco natural. No es que se le vea el plumero simplemente, sino que sencillamente el plumero es casi la propia película en sí.
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Wanchope
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29 de enero de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras uno de los comienzos más abruptos de la historia del cine, tan abrupto que sino fuese porque la estaba viendo acompañado la hubiese quitado sin dilación, "¿Para qué sirve un oso?" se convierte en una grata sorpresa.

Su error es la insalvable distancia que existe, en su inicio, entre la desesperación por hacer reír y lo poco que lo consigue, dando paso a la temida vergüenza ajena. Hay pocas cosas peores que eso, y es que las buenas comedias tardan en hacer reír, eso llega con el paso de los minutos y gracias a la conexión que se establece entre el público y la historia.

Así que, en este caso, sólo si gozas de más paciencia que el Santo Job podrás pasarlo como un enano con esta película desenfada y reivindicativa a partes iguales. Aunque no abandona del todo algunos chistes sin gracia, consigue que conectes con la historia y sus protagonistas, dos hermanos que se interpretan a sí mismos pero que son tan buenos que no importa, en especial Gonzalo de Castro. Entre los secundarios, bastante parejos a sus personajes, hay de todo: leyendas como Chaplin y Suárez, gratos descubrimientos como Jesse Johnson y abyectas enchufadas como la hija de Geraldine.

Rodeándolos a todos ellos, un mensaje la mar de importante, con el que no se puede estar en desacuerdo, un ritmo fluido y unos paisajes de postal. Se agradecen películas españolas fuera de Madrid y con tanto descaro por no ser una más. No digo que "¿Para qué sirve un oso?" sea la heredera de "Mujeres al borde de un ataque de nervios", pero sí una película con la que me he divertido y emocionado un montón. Ideal para una noche de verano.
Jaime Flores
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