La reina africana

Por encima de otras consideraciones, por encima de la espléndida fotografía de Cardiff; del ameno y muy logrado guión, que auna comedia, drama, romanticismo y aventuras de forma magistral; de la magnífica dirección de Huston, que insufla vida y acción a un material de partida tan peligroso (más de tres cuartas partes de la película transcurren en un único escenario y con sólo dos personas en pantalla); por encima de todo eso, nos encontramos ante una película sustentada, fundamentalmente, en el enorme trabajo de los dos protagonistas, unos espléndidos Bogart y Hepburn, que bordan sus respectivos papeles, nos atrapan en su lucha de sexos y educacional y nos enternecen en su incipiente e ingenuo romance, mientras nos conducen, río abajo, hacia un final apoteósico, en el que nos quedamos con las ganas de saltar con ellos al agua y abrazarlos.

Un Clásico.

En una aldea congoleña en 1915, un misionero llamado Samuel y su hermana Rose (Katharine Hepburn) ejercen su apostolado. Él es un hombre maduro y ella una solterona de carácter austero. Un domingo llega al lugar Charlie (Humphrey Bogart), un médico aficionado a la bebida. Invitado por la pareja de hermanos a tomar té, Charlie les cuenta que el mundo esta en guerra y la zona en la que se encuentran esta en poder alemán. Samuel muere posteriormente por la incursión del ejercito germano en el poblado, su hermana Rose se ve obligada a ir con Charlie en su barcaza para verse envuelta en una misión imposible hundir un navío alemán para facilitar el paso a través del lago al ejercito británico. La reina de África constituye un mito tanto en el cine de Jonh Huston como en el género de aventuras. Huston ya había trabajado anteriormente con Humphrey Bogart en obras maestras de la talla del tesoro de sierra madre o del mítico el halcón maltés. La película en si se ve sostenida casi por completo en la química entre Bogart y Hepburn. Una pareja que a muchos les pareció incompatible e incluso disparatada. Destaca el magnífico trabajo fotográfico de Jack Cardiff, que nos transmite el ambiente de la selva de manera sublime.

Esta película de John Huston podría considerarse la quintaesencia del cineasta ante la vida y su forma de entender el cine. La epopeya de unos seres antagónicos en la forma de entender sus prioridades existenciales, que después de sobrevivir en circunstancias extremas descubren que no son tan diferentes como creían, es más, se podría afirmar que sus vidas han encontrado un verdadero motivo para realizarse como seres humanos, una vez más un río como itinerario vital siendo fieles a una causa justa.

El género de aventuras se enriqueció con esta obra atípica de Huston en la que los protagonistas inmortalizaron sus personajes. Charlie, un borrachín empedernido y Rose, una reprimida misionera, Bogart y Hepburn, comparten aventuras, precariedades, peligros y la suerte de sobrevivir. Dos personalidades que en 1999 el American Film Institute escogió como los actores más importantes del siglo XX. Teniendo en cuenta que ninguno de ellos eran prototipos de belleza deslumbrante, algo deben de tener para haberse convertido en leyenda. En el apartado técnico la fotografía de Jack Cardiff es prodigiosa.

Al pasarle un trapo húmedo a la épica y la lírica con que el tiempo ha empolvado la historia del rodaje de “La reina de África” podemos encontrar alguna sorpresa. De aquella aventura cinematográfica se han escrito libros, se han hecho películas, se han redactado autobiografías y han opinado todos los que estuvieron y los que creyeron haber estado, convirtiendo la película en una experiencia irrepetible.

Uno no puede ir diciendo por ahí que le encanta el cine de aventuras sin haber visto esta fábula del género, con tan solo saber quién son los protagonistas, ya merece la pena verla, y es que no es para más, un guión bastante bueno y una fotografía muy cuidada, John Huston demuestra de nuevo que es uno de los mejores directores de su época, al igual que los magníficos Humphrey Bogart y Katherine Hepburn, me quedo con la escena en la que Bogart imita a los hipopótamos, demuestra otra virtud, su papel de villano (que ya lo había demostrado anteriormente con "El tesoro de Sierra Madre), aunque tampoco es una sorpresa conociendo sus cualidades interpretativas, lo dicho, una reliquia.

Soy un privilegiado. He visto esta joya en una sala de cine en Hackney, un barrio al noreste de Londres. Una sala antigua (Rio Cinema), que me ha hecho viajar 60 años atrás en el tiempo. Y ha sido todo un acierto, porque poder ver las gotas de sudor en las caras de los protagonistas, dudo mucho que hubiese sido el mismo efecto desde la pantalla de mi pequeño ordenador. Además, un viaje tan hermoso por la sabana africana, ese verdor de la jungla y el frescor del agua, se agradece mucho más en pantalla grande.

Fue de las primeras películas en rodarse en sitios reales, nada menos que en África. En aquella época, había ansia por producir rápido, y estas macro producciones no interesaban. Se agradece que Huston se decidiera a mover su trasero de los polvorientos estudios de Hollywood. Luego, David Lean encarnaría con sus colosales producciones la antítesis del cine de estudio y etiqueta.