Still Walking

Kore-Eda introduce su cámara dentro de una familia japonesa, y nos muestra la relaciones de estos. La cámara ejerce de simple observadora y trata con sumo respeto a sus personajes. Nos muestra la importancia de los pequeños detalles de la vida cotidiana que cobran en este film un valor fundamental, y nos hace reflexionar, sobre el mundo actual, en el que el estrés y la falta de tiempo en la que estamos sumidos hacen que no dediquemos el tiempo necesario a nuestros seres más queridos. Por momentos parece que estemos visionando "cuentos de Tokio" de Yasaujiro Ozu.

Eso hacemos, caminar. La mayoría de las veces por pura inercia. Otras, sin saber muy bien donde vamos. También, porque tal vez no sepamos hacer otra cosa. El caso es que cuando nos paramos, o nos paran, tomamos conciencia de que quienes caminan a nuestro lado (algunos ya ni siquiera están) merecen más atención de la que les prestamos y que posiblemente lo que consideramos importante no lo sea tanto.
Así entiendo yo esta puesta en común de Hirokazu Kore-eda, esta reflexión suya, en voz alta, sobre el transcurrir sin prisas y sin pausas de la vida, tomando como ejemplo una familia del lejano Oriente que podía ser la de cualquiera, con sus defectos y virtudes, con sus grandezas y miserias, con sus amores y odios.

Buen cine de autor que aplaudirían los grandes maestros japoneses: Kenji Mizoguchi, Yasujiro Ozu, Akira Kurosawa,....... con un dominio del ritmo, de los tiempos y de algunos planos en posición de tatami, que pueden convertir un salón de veinte metros cuadrados en un escenario dinámico que flota elegante, sin techos y sin paredes.
Ayuda mucho a la fluidez de la obra el sincero guión del propio director, tomando apuntes de su propia familia, de las cosas que hacemos sin querer y de las que pensamos que debiéramos haber hecho, cuando ya al reloj no le quedan granos de arena.

Si no fuera por el triste regusto que nos dejan la implacabilidad insalvable del tiempo, y los incumplimientos, esta película habría que encajarla en el género de preciosa comedia costumbrista. Toda la historia está revestida por un sutil envoltorio poético que, a veces, toma formas de mariposa amarilla; porque todos sabemos (aunque lo habíamos olvidado y no recordamos quien lo dijo) que estos delicados insectos que eran blancos, si aguantan el invierno tornan de color, posiblemente caminando hacia el sepia.

Cada año, la familia Yokoyama se viene reuniendo para recordar el aniversario de su hijo, Junpei. quien falleciera accidentalmente algunos años atrás. Para la abuela Toshiko, es ocasión de tener a sus nietos y a su hijo, Ryota, en casa… ¡y ese día se luce con sus especialidades de cocina que los deja gratamente complacidos! Para el abuelo Kyohei, es un día lleno de nostalgia, pues, veía en su hijo fallecido al heredero de sus ideales… y en cambio, es otra ocasión para chocar con Ryo quien no pretende imitarlo absolutamente en nada. Además de la esposa y el primer vástago de este hijo “rebelde”, a casa de los Yokoyama también llegan los Kataoka y el siempre invitado Yoshio, un obeso publicista que despierta sentimientos muy particulares.

El título original, “Aruite mo aruite mo” (Caminar y caminar), lo tomó el director, Hirokazu Koreeda, de la exitosa canción de Ayumi Ishida, “Blue Light Yokohama” … y quizás se refiera a las largas caminatas que diariamente hace el abuelo-médico por las calles de su barrio. Koreeda ha comentado que esta historia está basada en su propia familia y resulta plausible la mirada objetiva que nos ofrece de sus padres a quienes recrea con dos grandes intérpretes: Kirin Kiki y Yoshio Harada. La primera, una entrañable figura presente en gran parte de su filmografía; y Harada, un veterano actor al que, en la vida real, le ocurriría lo mismo que en la película… pero no tres días sino tres años después.

Como en otros tantos de sus filmes, las especialidades de la comida japonesa, los cerezos en flor, los trenes, los conflictos familiares, las tres generaciones reunidas, vuelven a estar presentes en una historia que comienza bordada de cotidianidad, pero que, a medida que avanza, va estableciendo el íntimo conflicto que sostienen padre e hijo por aquello de que, “se quiere más al que más se parece a mí”.

Un filme de ritmo pausado, con un movimiento más interior que externo, pero que nos ilustrará sobre la suerte de encontrados sentimientos que pueden aflorar en todas las personas. Quizás algunos sientan que se están mirando en el espejo… ¡y esto bien que vale la pena!

Título para Latinoamérica: UN DÍA EN FAMILIA

Creo que ese es justamente el contenido de la película, realmente notable para mí, de Hirokazu Koreeda.
No hay historia en Still Walking, todo debe ser construido por el espectador a partir de breves comentarios al pasar, alguna que otra mirada, rasgos que no llegan a concretarse... Cine para espectadores alertas... que no intenten cerrar lo que Koreeda, a propósito, mantiene abierto y sin explicaciones... Apariencia de extrema sencillez en la narración, densidad del instante...
Lo que sucedió, el drama que vivió esa familia, cómo sucedió el suceso la muerte del hijo mayor, no está explicada en ningún momento... Por alusiones puede reconstruirse, podemos sospechar... sacar conclusiones, pero cómo, por qué, nada de eso, por suerte, se explica...
El relato va surgiendo a partir de pequeños fragmentos... en los que es preciso además contar con ese punto al infinito, imposible de encontrar, que siempre estará presente en toda historia que pretenda narrar algo acerca de "la vida cotidiana"... no-todo es posible saberlo... y esa es la sabiduría de Koreeda, contar con el vacío como presencia en la vida cotidiana... y todo de modo tan simple y sencillo como dos dias en que la familia se reúne, comen, pasean, discuten...
Siempre se equipara a Koreeda con Ozu y a mí me parece que aunque tengan en común la cotidianidad japonesa no es importante para este director el choque de generaciones... aquello que era fundamental para Ozu, aquí la cosa es más etérea, no se trata de una crónica de vidas... Se trata del tema del privilegio del instante...lo fugitivo...
Maravilla del "seguir andando" que tiene la vida...

Una de las películas mejor valoradas por la crítica en los últimos tiempos, se trata de un drama familiar que cuenta la llegada a la casa familiar de los padres, de dos hijos para conmemorar el decimoquinto aniversario de la muerte del hijo mayor.
Remansada, con un evidente aroma a clásico y una apuesta más o menos concreta por el minimalismo, es un film que busca sublimar el valor de las cosas pequeñas, del tiempo (cada segundo puede ser válido de la infancia a la vejez), del díficil y espinoso fluir de la vida.
Una película bien rodada, agradecible en estos tiempos, pero muy lejos de la obra maestra, al estilo de Ozu, como se ha dicho por ahí.